Con esa pose y esa voz entre medio camaján y nea, el alcalde de Medellín,
Fico Gutiérrez, anunció sin sonrojarse que la ciudad tendrá su mar, porque “a
nosotros no nos queda nada grande”.
Será una inversión de decenas de miles de millones de pesos en el sector
suroeste de la ciudad. Una enorme piscina con arena y olas. Una obra para ‘chicaniar’,
como todavía decimos muchos.
Extraño que el alcalde se interese por el agua, aunque esta obra tiene
otra connotación. A la ciudad la atraviesan unas 250 quebradas, no pocas debajo
de edificaciones y vías, pero con alguna parte descubierta. Como dijo hace poco
el urbanista Alejandro Echeverri, retomando viejas ideas de otros planeadores,
podrían ser parques y así cada habitante tendría uno a solo 10 minutos o menos
de su casa.
Mientras Medellín anuncia su mar, el río Aburrá-Medellín sigue corriendo
sucio de sur a norte, con un cauce repleto de basuras y promontorios de
materiales y unas orillas enmalezadas que sirven de vivienda a decenas de
habitantes de la calle de esta ciudad que se cree rica pero no puede esconder
ese 30 % en la pobreza e indigencia y oro porcentaje que solo alcanza a vivir
el día a día. Una fuente de agua que sería envidia en otras regiones y países,
acá ni convoca el interés de Fico ni tampoco convocó a los pasados alcaldes.
Medellín tendrá su mar según Gutiérrez, pero todavía al menos 68 000
familias carecen de agua potable y muchas más se ven a gatas para pagar por
ella.
La ventaja del mar del fantoche alcalde es que no se desbordará ni
provocará inundaciones, porque hoy de norte a sur y de este a oeste cada que
llueve fuerte se desbordan quebradas, el río y las alcantarillas se ven
superadas, y las calles son arroyos impetuosos que dejan desolación y muerte.
Una problemática que se repite varias veces en cada temporada invernal y que
tampoco merecen la atención de quien funge como alcalde.
No solo son los problemas del agua, esa que ahora podrá bañar a quienes puedan
pagar el acceso al mar de Fico: esta ciudad tiene necesidades apremiantes. El Centro
es de nadie, es un nido de delincuencia, pero el alcalde ordena quitarles las
mercancías a esos pobres que buscan unos pesos diarios. Abundan el ruido, las
basuras, la contaminación, la congestión vehicular, el deterioro de las
edificaciones, pero es más importante el mar del sur (a lo Balboa tal vez).
Tal es la negligencia de la Alcaldía que convoca a la prensa para
mostrar acciones contra las viviendas nuevas en sitios de peligro, pero estas
no han dejado de subir por las laderas: casi a diario se observan nuevas
construcciones que revelan el crecimiento de la pobreza, así muchas sean
ocupadas por quienes huyen de la violencia en otras zonas.
Una ciudad donde el tráfico vehicular es un caos tremendo, diario,
sofocante, que tampoco merece la atención del alcalde, porque poco que ha hecho
para disminuir la problemática.
Lo que importa es el mar. Lo vitorean esos estratos altos y otros
despistados que aún creen que el antioqueño es una raza, una raza especial,
superdotada que no necesita la ayuda de nadie, al punto de que andan algunos,
encabezados por el tuerto Tobón, dizque proclamando la independencia del
departamento.
Para ellos fue el anuncio de Fico, a lo mero macho, a lo chabacán. Por
eso no se puede afirmar que el alcalde anda desubicado. Desconectado de la
realidad de la ciudad que dirige, sí; pero sabe muy bien a quiénes y cómo
servir, y cómo lograr la aclamación de estos sectores.
No será fácil que gran parte -o todos- de esos más de 500 000
medellinenses en inseguridad alimentaria vayan a calmar el hambre en el mar de
Fico. Pan y circo, pero más circo que pan.
Maullido: entramos en un periodo de violencia, muchos grupos ilegales y
legales buscando tajada o beneficios para 2026.


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