Los últimos informes del
Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, sigla en inglés) advierten
lo grave que es la crisis climática y la urgente necesidad de reducir las emisiones
de gases de invernadero, en gran parte producidos por la combustión de
combustibles fósiles.
No hay muchas opciones,
pero una de ellas es clave: dejar enterrado el petróleo donde está y fortalecer
el uso de energías alternativas limpias.
A finales de 2021 los
países se comprometieron en la Cumbre del Cambio Climático en Glasgow (Escocia)
a intensificar acciones para reducir las emisiones.
Diversos sondeos han
demostrado que las promesas no se cumplen y las emisiones conducen a un planeta
al menos 2,7 grados Celsius más caliente que al comienzo de la era industrial, hace
unos 220 a 250 años. Será letal para muchas especies y grave para miles de
millones de humanos.
El reporte del Panel en
marzo fue contundente: hay que reducir emisiones 43 % esta década y dejar de
emitir a 2050. Pero las promesas de los países solo apuntan a unos pocos puntos
de porcentaje nada más.
Para rematar, la invasión
de Rusia a Ucrania despertó el apetito de las grandes petroleras, que ven como
un enorme negocio extraer y suministrar el petróleo y el gas que los europeos
dejaron de comprarles a los rusos o que están en camino de no hacerlo más.
Los precios se dispararon.
Un reporte de The New York Times mostró que las grandes petroleras hacen su
agosto. No solo Shell, sino Exxon Mobil, Chevron y British Petroleum tuvieron jugosas
ganancias en el primer trimestre. Tanto
que el presidente de la BP describió la compañía como una máquina de producir
dinero. Al carajo el cambio climático.
No son solo estos
combustibles, el dañino carbón experimenta una demanda inusitada.
El tema nos toca. En la
actual campaña presidencial Gustavo Petro ha sido el único que ha propuesto
dejar de depender económicamente de estos recursos fósiles, procurando una
transición de 12 años hacia energías no emisoras o que poco emiten.
Colombia no es el gran
productor de petróleo, ocupa el puesto 32 en el mundo en reservas. La crisis ruso-ucraniana
ha hecho que asimismo crezca un poco la producción, que se sitúa en más de 750
000 barriles diarios.
En 2019, la producción
mundial era de 80,6 millones de barriles día.
Las reservas globales son
de algo más de 1,6 billones de barriles.
Y los planes de expansión
en el corto plazo incluyen proyectos que producirán el equivalente a 10 años de
emisiones de China, el mayor contaminante hoy. Las 12 compañías más grandes,
dice un informe de The Guardian, invertirán US$ 103 millones diarios en esa
expansión.
Los análisis científicos
indican que para limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5° C se
necesita dejar 60 % del petróleo y el gas enterrados y 90 % del carbón.
Mientras el informe del
IPCC de abril advertía “es ahora o nunca”, la respuesta del mundo a la crisis en
Ucrania parece clara: nunca.
Pese a esta contradicción
entre utilidades económicas de corto y mediano plazo frente a daños ambientales
permanentes o a largo plazo, aunque Colombia ni es el gran emisor ni el gran
productor de combustibles fósiles, apostarle a la transición no obstante el
cambio favorable en las condiciones del mercado es una apuesta sensata y seria
frente a los actuales y futuros colombianos. Debe primar la razón frente a
voces emotivas que piden extraer cuanto petróleo se pueda, usando incluso la
cuestionada técnica del fracking.
Ni que no hubiera otras
opciones para vivir sabroso.
Maullido: en general, el
papel de la prensa nacional en estas elecciones es lamentable.

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