Algo no funciona bien en
este mundo, o al menos a gran parte de sus líderes. Ni los candidatos a primer
ministro de Gran Bretaña tienen al cambio climático entre sus principales
prioridades ni los políticos de Estados Unidos, hoy el segundo mayor contaminador
del planeta. La agenda climática del presidente Joe Biden quedó sin gasolina al
anunciar el senador demócrata Joe Manchin que no respaldará los ambiciosos
planes para el recorte de emisiones. Y sin él no hay mayoría, mientras los
republicanos siguen firmes en su oposición a cualquier legislación ambiental.
Europa se derrite por olas
de calor extremo que han llevado el termómetro a más de 40 °C en ciudades de
Inglaterra, España, Francia, Italia, Bélgica y otros países, favoreciendo
incendios que consumen regiones de España (más de 70 000 hectáreas arrasadas),
Grecia y Francia para citar dos más. La sequía en Portugal y otros países es máxima
y más de 1100 personas han muerto por el calor de acuerdo con la CNN.
Falta de agua que asfixia
también al cuerno de África, a Sudáfrica, a Chile y Brasil.
En Estados Unidos el 80 %
de la población está advertida sobre olas de calor extremo; en China el 64 % de
su población, 900 millones, están en alerta por la misma razón. Lo peor es que
faltan casi dos meses de verano en el norte.
Es claro que estas olas,
que son cada vez más frecuentes y severas, están relacionadas con el cambio
climático, producto del calentamiento global que deriva del uso exagerado de
combustibles fósiles por los humanos. El planeta se ha calentado 1.01 °C desde
finales de los años 1700, acelerándose desde los años 1950. Pero no es solo el
cambio climático. En Europa inciden además otros factores: la circulación de la
atmósfera y los océanos, que convierten la región en un horno.
A la falta de voluntad
política en algunos países para cambiar la tendencia ascendente de la
temperatura, se sumó la guerra de Rusia contra Ucrania. Aquel suministraba
buena parte del gas a varias naciones europeas. Con las sanciones a los rusos,
estos han disminuido el servicio. Europa está en una carrera contra el tiempo
para poder suministrar energía durante el invierno. Rusia, por ejemplo, entrega
el 35 % del gas que usa Alemania.
¿La solución? Han optado
por el sucio carbón para alimentar sus plantas y por el gas licuado, peores para
la atmósfera. Hubo que reducir la energía nuclear pues la temperatura dificulta
enfriar los reactores y deben recurrir a los fósiles más nocivos, como hiciera
India en los primeros meses del año.
Si bien la Unión Europea
redujo sus emisiones de gases de invernadero 30 % desde 1990, el renacimiento
del carbón y el gas licuado supondría, por un tiempo, un paso atrás, al menos
mientras se estabiliza la situación energética. Ello obligaría muy
probablemente a extender los plazos de metas más ambiciosas en el recorte de
emisiones.
El Panel
Intergubernamental sobre el Cambio Climático, máximo organismo mundial sobre el
tema, en su reporte de abril expuso que a 2030 se deben reducir a la mitad las
emisiones si se quiere que la temperatura no aumente más de 1,5 °C sobre la era
preindustrial.
Una gran crisis energética
como no se había visto generada por una conjunción de factores en los cuales
políticos y gobernantes del primer mundo tienen gran responsabilidad y que
puede agravar el calentamiento global y el cambio climático que provocan la
actual calentura del planeta que los tiene fritos obligándolos a ignorar o
postergar esos compromisos que podrían ser la salvación para enfriar la Tierra.
Maullido: no solo fue pésimo gobernante, Iván Duque es un mentiroso consumado.

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