¿Qué mejor palabra define a Iván Duque como presidente que cínico?
El triste fin de un presidente que exhibió superioridad moral sobre la
gente del común, que siempre estuvo del lado del corrupto y de quien atropelló
los derechos de los demás.
Hay muchas palabras para definir a Duque, pero qué bien le queda eso de
un ser cínico e indiferente a la suerte de su pueblo, una persona clasista que
solo gobernó para los suyos y los pudientes. Prepotente frente al reclamo
ciudadano y de sus opositores. Alguien, en últimas, despreciable como
gobernante, quien quiso fungir de ‘macho, macho’.
Son muchos los episodios que se pueden recordar donde su intervención
hizo más daño que bien. Como en el ataque indiscriminado de la fuerza pública
en Alto Remanso (Putumayo), o su presencia vestido de policía tras las
flagrantes violaciones de este cuerpo a los derechos humanos durante las
protestas del año pasado (provocadas por una reforma tributaria que con cinismo
defendió) o ahora que niega cualquier desviación de los dineros para la paz
mientras a día avanzan las denuncias muy bien documentadas de los periodistas.
Cínico además llevando a los organismos de control a sus amigos y tratando
de controvertir propuestas de un candidato a la Presidencia y luego ya como
elegido.
Cínico amante de los viajes, acrecentados este año cuando con el Sol a
cuestas desesperado buscó trabajo en organismos internacionales, aunque parece
que nadie lo quiere pues dijo que se quedará en su Polombia. (Recordemos que
hasta su copartidaria María Fernanda Cabal afirmó que ‘ese gordo marica’ se la
pasa viajando).
En estos meses finales casi que no pasa semana sin una salida
internacional, mientras se desentiende de lo que sucede en las regiones de su
país.
No solo no investigó aberrantes casos cuando se lo pidieron todos sino
que entró en defensa férrea de los acusados, no solo tratando de tapar la
realidad sino para demostrar una superioridad moral que siempre creyó tener.
Aterra, pero no sorprende luego de conocer su accionar durante los
pasados cuatro años, cómo afirma que no hubo desviación de dineros para la paz.
Para él, todo está perfecto, hecho que concuerda con tal vez el único programa
exitoso de su gestión: atacar el proceso de paz.
Cada que se le cuestiona, con cinismo dice que protege a los firmantes
del acuerdo, pero cada semana hay nuevos miembros de las antiguas Farc
asesinados. Van más de 330 asesinados sin que se haga mucho por evitarlo.
Cínico para callar ante las revelaciones sobre el congresista rey de la
corrupción, Mario Castaño, tal vez por intereses familiares.
Cínico para apresurar la permanencia irregular de la Junta de Ecopetrol
hasta mucho más allá de terminar mandato, con claros intereses en favor de
terceros y para hacer valer su propuesta petrolera.
Cínico para llamar al presidente electo a solucionar la abrumadora
devaluación de nuestra moneda, mientras permite que el gasto público aumente de
manera alarmante como premio a funcionarios que hacen su agosto dejando la caja
descuadrada para el próximo gobierno.
Maullido: otro que se dedicó a viajar y olvidar sus obligaciones es
Quintero Calle.

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