En solo tres semanas se nota el cambio que ha imprimido el nuevo gobierno de Gustavo Petro. Más allá de equivocaciones, que las ha tenido, tal vez lo más interesante es cómo se acerca al ciudadano del común, al nadie, a ese que siempre ha estado olvidado.
No solo las visitas a esas regiones donde el anterior presidente llegaba solo a repartir dulces, sino medidas que benefician a miles de personas.
La primera es la decisión del ministro de Defensa, Iván Velásquez Gómez, de ordenar no hacer batidas en busca de jóvenes que no han prestado o no prestaron el servicio militar, una situación dramática que se veía en muchas ciudades y en Medellín, por ejemplo, se repetía en los puntos de acceso a las estaciones del metro, donde confluyen decenas de miles de trabajadores.
Como segunda está la decisión de no rociar más campesinos ni sus cultivos con glifosato, decisión que beneficiará su salud y su economía. Unida a esta medida está la erradicación voluntaria de los cultivos de coca por parte de los campesinos, que recibirán las ayudas contempladas en diferentes normas y en los Acuerdos de Paz.
Se garantiza la tranquilidad del campesinado que no ah tenido más opciones que la coca para subsistir, si bien se necesitará actuar con sapiencia en aquellas regiones tan apartadas donde al campesino ningún cultivo le es rentable.
Una tranquilidad reafirmada en la decisión de no bombardear campamentos guerrilleros por la presencia de niños obligados por diferentes grupos delincuenciales.
Claro, todo esto suscita el rechazo por las personas que siempre fueron preferencia de los gobiernos y que creen que la única manera de poner orden es con bala. Ni la no aspersión con el peligroso químico ni la erradicación manual ni acabar con los bombardeos a campamentos de ilegales significan permitir que estos aumenten su poder ni que el país se llene de cultivos de coca.
Pero eso no lo escuchan quienes siempre han visto en la fuerza del Estado la única forma de erradicar la violencia (que dicho sea de paso no se ha logrado en ningún gobierno).
Una oposición que no cuaja. Que en redes sociales no pasa de los hechos intrascendentes y que se ha vuelto repetitiva, incluso entre los máximos representantes del Centro Democrático. Aparte de que, como en el pasado, se recurre con frecuencia a todo tipo de mentiras e insultos.
Tal vez el primer gran pulso se tendrá con la reforma tributaria, que no ven necesaria quienes aplaudieron y alentaron las reformas del gobierno Duque que colmaron de exenciones a los poderosos.
Y más allá de si este o aquel gravamen se puede rebajar o aumentar, eliminar o mantener, toca los intereses de las clases más pudientes que no están acostumbradas a tributar según su riqueza y que hallaron respaldo en movimientos como Cambio Radical y en la gran prensa, ligada siempre al establecimiento de derecha. Allí se tendrá un gran pulso.
Pero de estas tres semanas queda la sensación de que son buenos los mensajes del nuevo gobierno, que apenas comienza a actuar en los distintos frentes que requieren intervención urgente para mejorar la calidad de vida de la mayoría de los colombianos.
Maullido: al Centro Democrático y el gobierno pasado el respeto al DIH siempre les valió huevo.

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