La llegada al humano 8000
millones actualiza la discusión sobre si el planeta no está sobrepoblado y si
ese número que crece día a día no es una bomba poderosa que puede conducir al
fin de la especie.
Se asocia con mayores
daños ambientales a un planeta de por sí muy maltrecho, aparte de todas las
otras situaciones socioeconómicas que más habitantes generan.
Ya muchas mujeres no
quieren tener hijos. No solo por su ganada independencia y otra manera de concebir
la vida más allá de parir, sino por el panorama cada vez más sombrío:
desempleo, pobreza, hambre, violencia, inseguridad, carencia de salud y educación, y los conflictos
asociados al hacinamiento urbano e intramural (hoy hay que pelear el espacio
con los autos, por ejemplo).
Desde los años sesenta,
pensadores e instituciones alertaron sobre la superpoblación del planeta,
considerándola la gran amenaza para la humanidad. Muchos investigadores se
dedicaron a demostrar los problemas que tanta gente traería al mundo. Recuerdo
el extenso libro de Alan Weisman, La Cuenta Atrás, aparecido en 2014, en el
cual en un recorrido del autor por diversas regiones y países muestra todos los
problemas de tanta población.
Mas esa es solo una parte
de la ecuación y tiene sus bemoles. Los desastres que envuelven al mundo actual
tienen que ver más con el consumismo que con el número de pobladores. En
términos del grave problema de nuestros días, el cambio climático, las cifras son
dicientes. África tiene el 16.7 % de la población mundial y emite 3 % de la
polución por carbono, mientras Estados Unidos con el 4.5 % de los pobladores
desde 1959 ha emitido 21.5 % del dióxido de carbono que calienta el planeta.
Kenia, que sufre una devastadora
sequía, tiene 55 millones de habitantes, 95 veces más que Wyoming en EE.UU.,
que emite 3.7 % más que el país africano.
Un tercio de Pakistán se
inundó por un evento relacionado con el cambio climático y un paquistaní emite en
promedio 10 veces menos que un canadiense, un saudita o un australiano. Qatar emite
per cápita 20 veces más que Pakistán, según datos de la AP.
El problema no es sobre la
población, sino sobre los patrones de consumo, como expresó Bill Hare,
científico de Climate Analytics.
El 50 % más pobre del
mundo es responsable por solo 7 % de las emisiones. Incluso dentro de los países,
son los más ricos quienes emiten más. Así, 80 % de la población global emite
solo una fracción de gases de invernadero.
Hay un caso diciente. El
Club Sierra, en Estados Unidos, fue uno de los principales activistas en pro de
controlar el crecimiento poblacional, pero hace 20 años se dio cuenta de que
ese no era los males mayores sino el sobreconsumismo y el uso de combustibles fósiles,
que lo siguen siendo así el mundo tenga 6000, 7000, 8000 o más millones de
pobladores.
El crecimiento
poblacional, además, se ha ralentizado y tiende a estabilizarse, creciendo menos
de 1 % anual, mientras que las emisiones de carbono crecen más de 1 %.
Los mayores recursos los
consumen los ricos (países y personas) y todavía hay quienes (como sucedió hace
poco en Colombia) creen que la solución es evitar que los pobres tengan hijos
(para que los ricos disfruten más, tal vez).
Sí, los recursos de la
Tierra son finitos, pero se hace mal uso de ellos beneficiando a una minoría,
generándose de paso una tremenda desigualdad y esos otros males terribles de
nuestros días: hambre y pobreza.
La Tierra soporta todavía
más habitantes, pero con justicia social. Claro, habrá un límite, mas no se ha alcanzado todavía.
Maullido: dos orgullos
paisas, de para atrás: EPM y el metro.

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