Hay una nueva forma de gobernar en Colombia, una que tiene en cuenta a la gente del común, a esas personas de menores recursos que necesitan mejorar su calidad de vida.
Tan es así que ha dolido mucho a los opositores, acostumbrados a que se
gobernara para los sectores más privilegiados: personas con mayores capacidades
adquisitivas y empresarios, otorgando migajas a los más desvalidos o a sectores
que protestaban para luego incumplir.
Creemos en el proyecto que representa el gobierno de Gustavo Petro, que
solo lleva cinco meses y trata de organizar la casa tras el desgobierno de los
pasados cuatro años. No significa que no veamos errores en el manejo de algunos
temas y en las negociaciones políticas para poder tramitar las grandes
reformas; esto, sin hablar de los problemas de comunicaciones que siguen
existiendo pese a que se había unificado en un vocero.
La política es fregada, muy complicada. Consiste en un tire y afloje
para gobernar y sacar adelante un programa, incluso muchas veces en aquellas
situaciones en las que se tiene una mayoría legislativa del mismo movimiento. Y
en ese juego a veces hay que ceder no solo ideas y planes sino aceptar lo que
dicen los otros, aunque signifique renunciar a propuestas valiosas.
Pero hay hechos que llaman la atención y otras que a pesar de que no requieren
negociaciones sí van en contravía de las promesas iniciales. Una, por ejemplo,
es la autopromoción del presidente y otros allegados al gobierno más allá de la
natural difusión de los logros, planes y programas. Se vio en el caso del documental
sobre la esposa del presidente y sobre los 100 días de gobierno. Es que
mientras más austero el gobierno, mejor porque eso es lo que se ha criticado de
otros gobernantes.
Tampoco es muy clara la manera como se están nombrando diferentes cargos
diplomáticos. Algunos se entregan a personas que no parecen tener las
competencias mínimas, grave deficiencia enrostrada por ejemplo al gobierno de
Iván Duque, así haya sido lugar común en las distintas administraciones
manosear al sector diplomático.
Pese a las acciones iniciales para conformar equipos en las regiones
para reducir el asesinato de líderes, prosiguen las muertes y poco han vuelto a
hablar autoridades y miembros del gobierno sobre lo que está sucediendo. Han
aumentado los ataques. Ya pasan de 35 los asesinatos en estos 150 días. Se
extraña un liderazgo que retome esta calamitosa situación para decenas de
comunidades dispersas por el territorio, con el agravante de que muchas de las
víctimas siguen siendo personas que protegen tierra y el territorio y
defensoras del medio ambiente, temas bandera del gobierno Petro.
Sí, no es un asunto que se resuelva de la noche a la mañana, pero se
deben dar explicaciones sobre lo que sucede y actuar con mayor contundencia,
que no se ve hasta ahora.
Y hay otras piedras en el zapato que molestan mucho, sin volver a mencionar
las ocasiones perdidas para gravar iglesias (parte de las necesarias negociaciones)
y las pensiones más altas, que hubieran sido mensaje contundente de lucha por
la igualdad.
Una de esas piedras es la rebaja en el Soat bajo parámetros poco claros
que podrían aumentar las presiones sobre un sistema colapsado al punto del retiro
de varias aseguradoras.
Otra molestia es la insistencia en nombrar funcionarios con antecedentes, con conductas dudosas, inapropiado no solo para el país sino para un gobierno que quiere ser ejemplo de un manejo pulcro no solo de los recursos sino en la forma de gobernar.
Por último, llama la atención tanta promesa de dineros para remediar
problemas que van surgiendo y u generan inquietudes legítimas, como de dónde
sale la plata y si no se está gastando más de lo que se tiene.
Sabemos que los logros en otros temas se notan ya y sí son un cambio
frente a los manejos tradicionales de los gobiernos durante varias décadas, en
procura de atender necesidades muy sentidas de ese número alto de colombianos
que siempre fueron excluidos e ignorados.
Maullido: ¿hay algo en lo que Medellín vaya bien?

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