Coinciden cada vez más voces en que el periodismo colombiano vive su mala hora, acentuada en los últimos meses por una posición casi coordinada y unánime de la gran prensa tradicional de atacar por todos los flancos al gobierno de Gustavo Petro, no en las secciones de opinión como debería ser, sino usando las secciones informativas para tergiversar, sembrar dudas, negar acciones positivas e incluso, al final de cuentas, mentir.
No pasa una semana sin que se trate de presentar como verdad lo que no
es. Los casos más recientes, para citar solo dos: la liberación del criminal hijo de la
reconocida delincuente La Gata por parte de un juez, achacado por la prensa a
Petro; y afirmar que la protesta de maestros caucanos en el Congreso era contra
el actual gobierno.
Incluso para algunos medios Petro no es el presidente de Colombia.
Siempre se refieren a él simplemente como Petro, con una finalidad muy clara:
generar odio contra él, achacarle todo (como cuando mencionan escándalos
sexuales de algún funcionario y lo encabezan o titulan por él).
Norma básica del periodismo, aunque no existe la objetividad, es tratar
de ser lo más ecuánimes posibles en temas informativos. Otro asunto son las
secciones de opinión, donde el medio y sus colaboradores pueden opinar lo que
deseen, bajo los parámetros legales. Pero hoy asistimos a la expresión de
opinión en los temas netamente informativos.
Es un retroceso como de 70 u 80 años, cuando la prensa obedecía, más que
a la agenda informativa, a los lineamientos de los directorios políticos. Una
prensa que estaba llena de libelos, como ocurre hoy. Libelos que aumentaban la
pugnacidad entre los colombianos, lo mismo que se persigue hoy.
Es además la derechización del gran periodismo colombiano, que se venía
evidenciando desde el gobierno pasado cuando se pasaban por alto los serios
cuestionamientos contra el presidente de entonces y otros altos funcionarios.
Claro que quedan periodistas que mantienen su independencia, mas los de los
medios tradicionales parecen maniatados porque es clara la orientación de
aprovechar cualquier hecho y convertirlo en contra del gobierno. Los hay de
medios pequeños que siguen siendo garantes, pese a toda clase de amenazas y
problemas, para sus comunidades. Y los de los nuevos medios alternativos en
redes sociales, así algunos se de esos periodistas se consideren más
importantes que los hechos.
Esta mala hora ha afectado la credibilidad del periodismo. La encuesta
de Datexco conocida esta semana muestra que 56 % de los colombianos tiene una opinión
desfavorable de los medios.
Esto, sin embargo, no es óbice para que los directores y editores
persistan en ensuciar el periodismo pues se sabe que hoy casi todos esos medios
tradicionales responden a intereses económicos, a intereses de los grandes
emporios económicos. No en vano son sus dueños.
Es tan clara la manipulación informativa que no se peca si se piensa que
hay un pacto entre ellos para atacar al gobierno desde todos los ángulos y
hasta con los hechos menos importantes.
Tampoco se peca por creer que hay periodistas que son obligados a armar
sus historias contra el gobierno o que son modificadas a capricho por los
editores y directores.
Mas surge otra inquietud: ¿solo por esto se puede hablar de crisis en el
periodismo nacional? Sí, por traición al deber ser del periodismo, a la
búsqueda de la verdad. Y cuando al periodismo no le importa mentir o tergiversar,
pierde su esencia. Apesta, además.

Comentarios
Publicar un comentario