Existe el derecho a tener auto, pero no a parquearlo en cualquier sitio ni a andar a la velocidad que se quiera ni tampoco por cualquier calle.
En distintos países y
ciudades de Europa sus autoridades lo tiene cad vez más claro.
Países Bajos, Ámsterdam,
es ejemplo de uso de la bicicleta como medio de transporte, pero sigue teniendo
líos con los automotores en las calles céntricas. Ha peatonalizado varias y
ahora, de acá a 2025, eliminará 10 000 parqueaderos sobre las vías para
desincentivar el uso del automóvil.
Había ya subido a un
precio alto el costo de parquear en sitios autorizados, medida que redujo 3 %
el tráfico.
En París consultarán a la ciudadanía
el próximo año para que un carril de la circunvalar periférica sea solo para
buses y autos compartidos. Recordemos que por la ribera del Sena circulaban 40
00 vehículos por día y hace tiempo se peatonalizó, así como ha sucedido con
otras arterias.
Otro caso es el de
Valencia (España), donde amplias avenidas ahora son espacio público con áreas
verdes.
Nueva York está ampliando
los carriles para bicicletas en la céntrica Avenida 9 en Manhattan, que servirá
para analizar en qué otros puntos de la gran metrópolis se puede hacer lo
mismo.
En ese sentido un estudio
de las universidades de Colorado y New México en Estados Unidos concluyó que
las bicirrutas debidamente separadas del resto de la calle salvan vidas, son
mucho más seguras: reducen 44 % la mortalidad en ellas.
No es una guerra a los
vehículos automotores. Es organizar las ciudades para todos los ciudadanos,
hacerlas más verdes, más vivibles y más respirables. Dejar de considerar los automotores,
como sucede hasta ahora, como los reyes de las urbes y sus calles.
¿Se puede? ¡Claro! Hace
falta, empero, voluntad y fuerza hormonal, por llamarla así, de los
gobernantes, hoy simples figuritas cuando se trata de enfrentar el serio
problema de la congestión vehicular y su apoderamiento del espacio público.
“Hay cosas que pensamos
que son incuestionables porque los conductores y la industria del automóvil han
ido ampliando sus exigencias a lo largo de los años: más calzada, más
velocidad… Pero pueden cambiar”, explicó en una entrevista el experto en vías, el
sueco Ole Thorson, que ahora vive en Barcelona (España). Opinó, con justa
razón, aunque les ponga los pelos de punta a muchos, que nadie tiene el derecho a parquear en una
calle, que es pública, pertenece a todos los ciudadanos y no solo a los que
poseen coche. Para su ciudad, más que peajes, propone cobros elevados por
estacionamiento en ellas, no solo en las céntricas sino en cualquier calle
urbana.
En nuestro medio,
cualquier intento de peatonalización o ampliación de las bicirrutas ha contado
con una férrea oposición de los transportadores, que han dominado durante
décadas la movilidad pública pese al mar servicio que prestan.
Se ha opuesto el comercio,
que cree que si unos días no circulan autos, nadie volverá a comprar ropa ni
alimentos. Y también protestan los ciudadanos con auto: dicen que viven lejos o
en lomas imposibles paras las bicicletas o que el servicio de buses es
deficiente. Ignoran que a mayor demanda es más fácil organizar y mejorar el
transporte público.
Estamos condicionados por
lo que motonormatividad, como la llaman ahora investigadores en el Reino Unido
que hicieron un novedoso estudio para concluir que el auto nos domina, nos alteró
el cerebro de modo que rechacemos todo lo que sea contra los vehículos.
Una enfermedad que se
puede denominar el ‘cerebro carro’, aunque Ian Walker, uno de los
investigadores en Swansea University en Gales prefiere decirle
motomormatividad.
En el estudio, preguntaban
a 2157 adultos una inquietud sobre un tema y luego lo mismo pero con vehículos.
Así, 75 % respondió que la gente no debía fumar en áreas con mucha gente porque
otros respirarían ese aire contaminado, pero solo 17 % dijo que no se debía conducir
en áreas densamente pobladas por la contaminación que emiten los autos.
Así con otras inquietudes.
Las personas eran menos tolerantes a conductas inadecuadas que no involucraban
autos y más tolerantes cuando estos estaban de por medio.
Esto nos reitera que no es
un tema sencillo, pero si en distintos países ya toman acciones para que los
vehículos no sigan siendo los reyes intocables en las ciudades, ¿por qué acá
no?
Falta voluntad, ganas de
mejorar las condiciones de vida para todos. Y sí, también, fuerza hormonal.

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