Con el cambio de gabinete quedó más que claro que la prioridad uno del
gobierno de Gustavo Petro es sacar adelante las reformas que ha propuesto,
enredadas, como era de esperarse por los temas y las decisiones que implican,
en el Congreso.
Que partidos sumados a la coalición
de gobierno (que siempre colgó de un delgadísimo hilo por los intereses tan
diferentes que representan los directores de los partidos involucrados) no
copiaran lo básico de la reforma a la salud desembocó en la crisis, la segunda
en solo nueve meses de gobierno.
El gobierno está en todo su derecho, pero se pregunta uno cómo
enderezará el camino en caso de que los congresistas de los partidos Liberal,
Conservador y de La U, sigan las instrucciones de sus jefes, ahora más
radicalizados al perder representación en el gabinete.
Petro nombró ahora personas muy cercanas, varias de las cuales han
trabajado con él en el pasado y para eso no importó salir de ministros que
tenían alta empatía en y con el país, como José Antonio Ocampo y Cecilia López, y
que además lo estaban haciendo bien.
La crisis se siente. No en el gobierno, pues no veo que haya variado para
mal la situación nacional esta semana, sino en los proyectos sobre los cuales se ha hecho girar buena parte del anunciado cambio.
Tal vez la salida de la ahora exministra Carolina Corcho ayude un poco,
pues una parte de la opinión pública la rechazaba al punto de asociar ese
rechazo con el rechazo a la reforma misma a la salud. De todas maneras el tema
no está resuelto y mucho depende hoy de la posición que tomen los congresistas
presionados por sus jefes.
Por lo tanto también es una incertidumbre mayor lo que suceda con las
reformas laboral y pensional, que apenas van a enfrentar el trámite real, los
debates, en las comisiones del Congreso.
Hay un punto sobre el cual me detengo. Con insistencia miembros del gobierno
y congresistas del Pacto Histórico afirman que la gente votó por las reformas y
es cierto solo en parte. Fueron objeto de campaña, eso está muy claro. Pero el
texto apenas se conoció este año, de modo que no es verdad que por ellas, tal
cual se presentaron, se votó.
Esas reformas son urgentes, el asunto está en el qué y el cómo. En salud
hay deficiencias: citas retrasadas, procedimientos negados, poca atención en
zonas rurales o urbanas retiradas, déficit en prevención y control de las EPS.
Lo laboral es otra urgencia: los trabajadores han perdido ganancias este
siglo. No se genera empleo suficiente y no se reconocen muchas veces los
derechos del trabajador, fuera de contratos sin ninguna garantía ni estabilidad.
Las pensiones hace rato se debieron modificar, porque no solo son una
enorme carga para el fisco sino que millones de personas están quedando sin
ellas por la alta informalidad y la misma inestabilidad laboral.
¿Encontrará Petro la forma de sacarlas adelante? Debería poder; sin
embargo no se puede pasar por encima del Legislativo, aunque podrá y deberá obviar a los jefes de partido. En toda democracia este
discute proyectos y los modifica. Hay que jugar a, como dijo una representante,
sacar las mejores reformas posibles.
El gobierno debe recordar que cambiar el país en tan solo cuatro años es
imposible, pero sí se pueden sentar las bases en algunos frentes, en otros se
podrá adelantar más la tarea. Esa es la forma de responderles y atender a los
millones que siempre han sido excluidos.
Es mejor dialogar, buscar acuerdos (lógico, no con todos se podrá y no es la idea) y salir adelante con las reformas. Si tienen éxito, en un futuro será más fácil completar los cambios, pero habrá que esperar cómo se mueve el Presidente que con frecuencia es impredecible.
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