¿Qué está pasando y qué quiere decir Gustavo Petro en sus recientes
intervenciones?
Petro prometió unas reformas por las que fue elegido, pero decide un
Congreso también elegido legítimamente. Le toca negociar con él y es lo que
hace, con los métodos que siempre se han aplicado, hoy congresista a
congresista, tal como con la reelección de Álvaro Uribe y yidispolítica.
Las molestias e inconformidades de unos vienen por sus palabras, no
entendidas por todos, menos por quienes son opositores y nada bueno le ven.
¿Llamó a una revolución? Primero, qué se entiende por esta. En Colombia no
están dadas las condiciones para imponer leyes por encima de las instituciones
y de la Constitución.
¿Llamó a las protestas? Estas no solo son válidas sino permitidas, un
concepto que siempre ha entendido la derecha según conveniencia.
Es claro que los proyectos deben ser discutidos, pero que Petro quiere
mantener unos puntos básicos sobre los cuales ha insistido desde campaña-
No menos claro es que se oponen los miembros de los partidos
tradicionales, esos que durante 200 años han mantenido en el olvido a más de
medio país. Solo basta recordar los niveles de desigualdad e informalidad para
corroborarlo.
Vale recordar quién eliminó en los albores de este siglo beneficios
laborales como los recargos por dominicales y festivos y la reducción de la
jornada nocturna, supuestamente para que los empresarios, siempre beneficiados,
crearan un empleo que nunca llegó.
O porqué la violencia se enquistó en todas las regiones marginadas por
los políticos y gobernantes, al punto de permitir una explosión de grupos
delincuenciales de la más diversa tipología.
Esto fue sin dudas el detonante de las protestas de hace dos años,
criminalizadas y reprimidas violentamente por el gobierno de Iván Duque con el
respaldo de los poderosos políticos y empresarios, tal como ha ocurrido siempre
que la gente se manifiesta desde las primeras décadas del siglo pasado.
¿Es este inconformismo el caldo de cultivo de una revolución? No. Pero
sí puede ser una fuerza que en algún momento, de mantenerse, incida con vigor
en la toma de decisiones por los entes administrativos y legislativos.
Lógico que quienes siempre han mantenido privilegios quieran
conservarlos y para ello utilizan todo un conjunto de estrategias como cifras
amañadas para tratar de desvirtuar los planteamientos y las medidas que buscan
ampliar los beneficios a un mayor número de colombianos.
Una oposición y unos privilegiados que vociferan que el gobierno va
hacia el autoritarismo, ese mismo que callaron cuando fueron otros, desde el
Centro Democrático, quienes quisieron perpetuarse en el poder.
Algunos reprochan que el gobierno parezca recurrir a una lucha de clases
para sacar sus reformas. Si se analiza en el contexto citado arriba, claro que
lo es porque hay unas castas que quieren mantener los favorecimientos que
siempre han tenido y no aportar para beneficiar a otros colombianos.
Y creo que las cosas es mejor llamarlas por su nombre, sin eufemismos.
Eso no obliga ni a enfrentamientos violentos ni a violaciones de los
derechos de los demás, sino que persigue su democratización. Es solo la
búsqueda por mejorar la calidad de vida.
Este gobierno no resarcirá dos siglos de olvido, pero es un comienzo así
exista una oposición cerrada a los cambios.
Por todo esto, el gobierno y el presidente Petro deben caminar con pies
de plomo, pero con decisión para no echar al traste lo ganado con la primera
elección de un presidente de izquierda.
De eso dependerá que en cuatro años no vuelvan los mismos con las mismas
a tirar por la borda los avances que se logren en este cuatrienio para devolver
algo de dignidad a millones de colombianos.
Maullido: ya nos parecemos a los españoles, discutiendo por idioteces
como unos tenis.

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