¿Qué pasa que el país no va mal, pero quieren hacer ver que estamos en uno
de los peores momentos de nuestra historia?
La economía marcha mejor que el año pasado. El desempleo bajó al 10 %,
2.1 % menos que abril de 2022; la inversión extranjera aumentó 25 % en el
primer trimestre; la informalidad se pudo reducir de manera ínfima, 0.6 %, pero
algo es algo; y la inflación, que ha galopado durante largos meses comenzó a
contraerse y bajó a 12.28 % a marzo, más de un punto por debajo de marzo.
Por petición del gobierno grandes cadenas de almacenes comenzaron a
rebajar sus precios para beneficio de millones. Las cifras de Ecopetrol son
buenas y comenzó la entrega de bonos de $500 000 para madres cabeza de familia
en la pobreza.
Se han entregado miles de hectáreas a campesinos, la reforma agraria es
un hecho en marcha y dejó de perseguirse al campesino cocalero para centrar
esfuerzos en los productores de la droga y así se han decomisado decenas de
miles de kilos de cocaína.
La cosa no va mal, pese a las dificultades. Pero hay un plan orquestado
por muchos empresarios y políticos, con la colaboración de numerosos medios de
la prensa para hacer creer que el país va de para atrás hacia la catástrofe.
Es obvio que se enfrentan dos modelos de concebir el desarrollo: el de
la derecha tradicional que lleva 200 años gobernando, favoreciendo al gran
capital y generando progreso a cuentagotas para los menos favorecidos; y el de
la izquierda, que apenas lleva nueves meses el poder y basa su apuesta no solo
en grandes reformas estructurales de sectores claves como la salud, las
pensiones y las relaciones laborales, sino que comienzan a notarse acciones en
favor de los más desprotegidos.
Todo logro, todo avance, cualquier decisión, cualquier programa o plan
de inmediato es atacado en jauría en las redes sociales y en los medios de
prensa que se prestan para amplificar las voces opositoras y silenciar las del
gobierno.
Así, lo que pasados gobiernos hicieron se lo enrostran al actual. Los
viajes presidenciales al exterior y sus comitivas, por ejemplo. Que la
vicepresidenta viajó con su esposo, como lo hacía la anterior vice, Marta Lucía
Ramírez o como hizo Iván Duque con su hermano, pegado a todos los
desplazamientos (eso sí, que fueran al exterior).
Ha sido tal la acometida que si una ministra calza tenis es motivo de
escándalo; que la ropa que usa la vicepresidenta Francia Márquez; si la esposa
del presidente Petro baila y es alegre es motivo para burlas y acusaciones
variadas (olvidan los shows de Iván Duque en diferentes escenarios nacionales y
foráneos).
Es atacar y atacar porque algo queda de tanta mentira, de tergiversar
todo, de ignorar los avances. Una estrategia movida en dos direcciones: que no
se repita un gobierno de izquierda o que, al hacer ver el panorama tan negro,
de pronto se atraviese una solución violenta como ya lo han propuesto
exmilitares.
El ex fiscal Eduardo Montealegre lo llamó en estos días un golpe blando.
Mentir, tergiversar, distorsionar. Políticos de la oposición (y hasta del centro)
unidos en redes día tras día (ellos sí tienen tiempo para eso) machacando sobre
lo mismo, hasta insultando como lo han hecho con la vicepresidenta Márquez, a
quien no le perdonan ser negra y de origen humilde, pues eso no se había visto
en 200 años de dominio de los más blancos.
Es, por ahora, un pequeño golpe. Hacer creer que se gobernó mal, que
prácticamente no existió el gobierno Petro y que lo que hizo rayaba en lo
circense.
No todo en estos meses ha sido perfecto, se ha metido la pata en distintas
ocasiones y hay ideas y programas que no calan. Y es necesaria y se debe respetar y aceptar la crítica que alerta
sobre lo que se hace mal, pero estamos frente a otro fenómeno: la orquestación
de un plan para acabar con el gobierno Petro. Sea ahora o en tres años.
Maullido: yo le creo a Mancuso.

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