No, la fricción con los medios no es de ahora como pretenden algunos,
viene de mucho antes. Valga decir que en las marchas del gobierno Duque también
se la ganaron los reporteros y los canales y emisoras. Y hay casos anteriores a
estos.
Hagamos un poco de historia. Con el
uribismo hubo un quiebre en la relación de los medios con el gobierno. En poder
de grupos económicos apoyaron a Álvaro Uribe en todo. Ahí comenzó a sufrir la
verdad. Previo a ese gobierno, los medios eran institucionalistas, pero no
necesariamente gobiernistas.
Antes de Uribe el camino se había preparado, al menos en cuanto a los
informativos radiales. Estos se reorganizaron y en su cabeza se nombró a periodistas
reconocidos. Varió el cubrimiento y tratamiento de las informaciones y esos
directores comenzaron a ser más importantes que la noticia y los entrevistado. “No
me cuelgue Julito…”
Comenzaron a vender lo que decía el gobierno. Las Farc eran el enemigo
público número uno, y eclipsaron las demás formas de violencia, algunas más
fuertes, como la de los paramilitares.
De ahí se derivó el tratamiento laxo para los falsos positivos y luego
el horror paramilitar, que ha revivido en estos años con las denuncias de los
jefes de esta organización y de nuevo el tema lo minimizaron los medios.
Tal vez< desde promediar la década pasada ha aumentado el rechazo a
los medios y ataques a periodistas, acrecentado por el auge de las redes
sociales: que nadie lea o escuche a tal medio.
El rechazo creció de manera exponencial con el cubrimiento de la
protestas en el gobierno de Duque. Callaron las flagrantes violaciones a los
derechos humanos por parte de la fuerza pública, la bestial represión y los
asesinatos de jóvenes, mientras se resaltaban los actos de vandalismo de las
protestas.
No es de ahora. Los medios siempre han rechazado las protestas sociales,
y las sindicales. Por ejemplo, cuando ha habido paros largos de los maestros.
Para ajustar, los medios hicieron gran eco de la campaña del No en el
referendo, apoyando las brutales mentiras del uribismo. Entonces amplificaron
el mensaje de que seríamos otra Venezuela, que crecería el homosexualismo y
todas las sandeces que se ideó el director de la campaña, que fue apartado del
uribismo no por mentir sino por haberlo reconocido.
Esta campaña desvirtúa lo que han argumentado algunos que la audiencia
tiene capacidad crítica para saber qué medios y cómo acceder a ellos. Está
visto que más del 80 % -digo- no tiene esa capacidad y traga entero, fenómeno que
no solo se da entre personas con poca educación sino en niveles educados y de posición
socioeconómica alta.
Tampoco es cierto que el usuario puede escoger qué medio le gusta,
porque hoy los de mayor penetración son esos que cierran filas alrededor de la
derecha y los intereses empresariales.
Esto es fácil de comprobar en todos los informativos radiales de las
mañanas y en los canales privados de televisión y en casi todos los grandes periódicos.
Por aquello de que el director es el importante, el formato que siguen
genera una mezcla de opinión con información, orientándose con sesgo lo que se
informa. Y así se ha visto frente al gobierno de Petro, frente al cual omiten
informar logros o los atribuyen a otros factores, aparte de presentar la
información editorializada y con la intención de generar dudas sobre el gobierno
y sus actuaciones.
Todo esto, en situaciones como marchas y reuniones de multitudes en las
que la razón es vencida por las emociones y la pasión, ha derivado en maltrato
y amenazas a reporteros y camarógrafos, por ejemplo.
No, no hay mucho de dónde escoger. Los medios, hoy más que nunca,
reflejan el pensamiento de sus dueños y directores, alineados hacia la derecha
del espectro político.
El reclamo del presidente es justo. Solo se pide que informen con
neutralidad, que separen información de opinión y que mantengan activa su
vigilancia para denunciar los excesos y atropellos del gobernante y los
funcionarios de cualquier nivel.
No, Petro no les está tirando la gente a los periodistas. Son los mismos
medios los que se están haciendo el harakiri (en las encuestas salen muy mal
librados, además).
Y lo peor es que nada indica que habrá un cambio, aunque lo piden voces
calificadas como el exmagistrado José Gregorio Hernández.
Sí, la culpa es de la misma prensa, cuya autocrítica es nula.
Maullido: otro que se olvidó de gobernar; el gobernador de Antioquia.

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