No se había visto en la historia reciente del país la jauría que cada día se alborota cuando algún medio le ofrece comida. La comida: cualquier ataque al gobierno. De una agitan las redes sociales y resulta vergonzoso ver personajes como Federico Gutiérrez, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal y periodistas como Luis Carlos Vélez, Melquisedec Torres y muchos otros valiéndose de eso para sembrar dudas sin el más mínimo sentido de racionalidad, sin detenerse a pensar si es cierto o no lo que se afirma o a quiénes toca y qué implicaciones.
Decía alguien, también en redes, a raíz de las críticas a los medios de
comunicación, que la audiencia tenía capacidad de analizar las informaciones.
Los personajes mencionados demuestran que no. Si ellos que tienen al menos
alguna formación educativa y deben lidiar con diversidad de temas nacionales
tragan entero, ¿qué se puede decir de los ciudadanos de a pie?
La idea parece esa. Lanzar cualquier acusación y de inmediato replicarla,
pedir renuncias y aclaraciones, investigaciones y hasta denuncias penales.
Una verdadera vergüenza nacional a cargo de opositores que se sienten
huérfanos de poder y que no aceptan que la izquierda gobierne, dedicándose a
entorpecer el gobierno, porque una cosa son las propuestas e ideas contrarias,
los debates argumentados, las posiciones propias y otra muy diferente son los
ataques en manada, alzando la voz y, en no pocos casos, engrandeciendo los infundios.
Para muchos (me incluyo) se trata de un golpe blando: no dejar gobernar
hasta que la situación explote o quede la idea de un desgobierno que no solo
perdió el periodo, sino que hundió más al país (más de lo que lo dejó Iván
Duque), y para lograrlo se valen de todo tipo de ataques que inician los medios
para luego darles altavoz.
De Colombia todo se ha dicho. Que somos una Banana Republic. Locombia y
hasta que vivimos en el realismo mágico de Macondo (realismo máfico dice un amigo
con mucho de razón). Resulta inverosímil leer y escuchar en redes y en
distintos medios, políticos deseando que al gobierno le vaya mal para que al
país le vaya mal. Y no se sonrojan. Tal es el grado de irracionalidad y de odio
que se ha generado.
El economista Alberto Bernal (no sé si fallido o no por la cantidad de
desaciertos en pronósticos económicos) se mofaba en un artículo que hay que
desear que a Petro le vaya mal, para que al país le vaya bien. Y se basaba en
unas relaciones absurdas.
Tampoco es extraño verlo en ciudadanos y empresarios que desde sus tribunas de las
redes hacen fuerza y hasta rezan para que a Petro y al país les vaya mal. Que
les vaya mal a ellos, a sus padres, hijos y amistades es el summum de su odio y
no tienen recato en exponerlo porque su círculo cercano piensa igual.
No se trata de buscar insípidas y perjudiciales unidades nacionales
(porque se necesita la diversidad de visiones del mundo, sus problemas y
soluciones) pero deja mucho que desear una oposición que no propone, sino que pone
todo su empeño en destruir porque entre ceja y ceja tiene metida la idea
irremplazable de que hay que acabar con Petro, como sea y al costo que sea.
Ese es el resumen del panorama nacional, que algunos consideran crítico
y aunque no lo veo así por lo menos sí es deplorable en cuanto al nivel
mostrado ahora por la oposición de muchos políticos y más ciudadanos.
Seguirá ataque tras ataque. No se detendrán. Y aquellos máximos
dirigentes políticos, periodistas y ciudadanos repetirán como loros lo que
publique cualquier medio con tal de que se centre en enlodar o demeritar al presidente,
así sean pequeñeces como ya lo hemos visto en repetidas ocasiones.
Maullido: extraña enfermedad la del fiscal Francisco Barbosa, dos años dormido y
se despertó en el gobierno Petro.

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