Que la gente salga, marche y proteste es todo un derecho, pero no sobra
recordar que el presidente es Gustavo Petro, quien ganó las elecciones y es
quien propone el programa de gobierno.
Ganó Petro como durante dos siglos ganaron liberales y conservadores y
ahora no pueden pedir cogobierno: el Frente Nacional hace rato se acabó, tan
nefasto que fue para nuestra democracia.
Dicho esto, miremos por ejemplo el caso de Estados Unidos, que tanto lo
miran acá las clases políticas y dominantes. Gana un partido y es el que
gobierna. No hay marchas del partido opositor para que le dé algo. No. Si el presidente
tiene mayorías en el Congreso, gobierna a sus anchas y la oposición debe
esperar el momento del desgaste para contratacar electoralmente.
Ahora, si no tiene las mayorías, su gobierno sufrirá revés tras revés. A
no ser que tenga forma, cuando la situación sea muy ajustada, de arañar uno que
otro voto al otro partido. Se ve allá y en todas partes. Son negociaciones y,
claro, no son gratuitas: o se cede en otros proyectos o, como en e caso de
nuestro país y muchos otros, se recurre a entregar burocracia o hacer otros
favores.
En Italia se han unido, para formar gobierno, la extrema derecha y la
izquierda. Son conveniencias pese a ideologías y fines tan disímiles. Pero se
da. Es la política. Eso acá genera un grito en el cielo de aquellos que creen
en la pureza de la política y de los políticos.
Acá ganó Petro porque millones creemos en su proyecto, así no estemos de
acuerdo con todo. Millones no creen en él, pero no ganaron. No es cuestión de
gustos sino de desarrollar el programa que se cree mejor y este lo pone el
gobierno elegido.
La oposición tiene todo el derecho de protestar y de mostrar su
inconformismo, pero debe recordar que desde que perdió sabía quién y cómo iba a
gobernar, así como qué proponía.
Eso de que también son colombianos es claro. De que hay que gobernar para
todos, también. Y las reformas y programas no se hacen contra ellos sino
pensando en el mayor beneficio posible para la mayor parte de la población.
Pero lo lógico es que al cambiar las prioridades, los que siempre tuvieron el
poder y las prebendas se resientan.
En toda democracia el que gana impone sus programas, claro, si cuenta
con mayorías legislativas. Como cité, no es solo acá que se busca sonsacar a
otros congresistas para completar la mayoría. Hasta en Estados Unidos se ve.
Nadie gobierna sin coaliciones cuando no se tiene la mayoría
parlamentaria, exista bi o polipartidismo. Y si no da la suma, el gobierno la
tiene dura para lograr la aprobación de los proyectos y programas claves,
porque las visiones del mundo son por lo general muy distintas entre oposición
y gobierno.
Sí, es deber del gobierno escuchar a la oposición, pero el que decide qué
apoya o no es el gobierno, como ha ocurrido siempre. Unas protestas y unas
marchas opositoras no pueden significar cogobierno, más en el caso actual en el
país donde no se trata de protestas sociales sino de la oposición, cuya visión
es totalmente distinta a la del progresismo y la izquierda.
Un gobierno no se puede jugar a los dados en unas marchas. Sirven como
pulso para expresar opinión pública, pero quienes marchan tampoco son todos los
colombianos.
Seguro el gobierno tendrá que mirar cómo saca adelante sus reformas ante
la carencia de mayorías. Tiene varias opciones, como ceder en algunos puntos o
tratar de sumar respaldo. No se sabe si prosperarán, pero con seguridad
insistirá en sus programas.
Resulta hasta chistoso que la oposición pida cogobierno, pues cuando fue
gobierno ignoró a los opositores de entonces. ¿O creen que Iván Duque hizo lo
que estos pedían?
El presidente es Petro. Ganó por mayoría, no amplísimas, pero tampoco
presidentes anteriores barrieron y siempre ignoraron a los demás que no se
sumaron a su repartición de favores.
Si no les gusta, a sabiendas de que esto no se modifica con marchas,
pues de malas. Y no es soberbia.
Maullido: competencia de medios a ver cuál inventa más. Triste
espectáculo el de nuestro periodismo.

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