¿Qué tienen en común
Bernardo Elías el Ñoño, Emilio Tapia y Germán Vargas Lleras? Sí, hay un cordón
umbilical que los liga de una u otra forma.
El reciente recibimiento
multitudinario al corrupto Bernardo Elías, el Ñoño, en su pueblo Sahagún
(Córdoba) representa tal vez que nada la razón por la cual tantas personas se
embarcan en esas actividades delictivas: porque ser corrupto paga.
El Ñoño fue recibido como
un héroe y se le celebra porque muchas personas se benefician con su accionar.
Ha sido común que el corrupto piense que puede aprovecharse de los dineros
públicos, es condenado por poco tiempo y luego sale a disfrutar de lo ganado
ilegalmente porque lo que se devuelve es poco.
Y eso si es acusado,
capturado y condenado, porque lo usual es que no pase nada de esto. El informe
de Transparencia de la Presidencia de la República con datos de 2010 al primer
semestre de 2023 no solo es revelador, sino que asusta: de las 57.582 denuncias
que se encontraron en la Fiscalía por corrupción, solo 3.460 han recibido
condena, poco más del 6%.
Se volvió paisaje el tema,
ni los entes que deben investigar lo hacen y se convierten en cómplices.
Hay otro caso diciente, el
de Emilio Tapia, quien se ha convertido, para tomar prestado el término, en un
corrupto en serie con múltiples hechos y aunque ha sido condenado, ha
recuperado la libertad, vuelve a caer e incluso tras las rejas ha seguido
haciendo y deshaciendo.
Una encuesta del periódico
El País de España divulgada en mayo encontró que el 80 % de los colombianos
considera que la corrupción es el mayor problema del país.
Otro análisis de
Transparencia, con información de 2016 a 2020 encontró corrupción que
comprometía $13 billones, de los cuales apenas podrían recuperarse cinco. Ocho billones
en manos de todo tipo de delincuentes de cuello blanco, porque no hay lugar de
la administración pública sano. (Hay datos extraoficiales que dicen que esta
modalidad delictiva sustrae $50 billones a las entidades públicas, dineros que
deberían servir para remediar necesidades de los menos favorecidos).
Ese análisis mostró que la
corrupción afecta en especial a las entidades de la Rama Ejecutiva (73%):
Gobierno Nacional, Gobernaciones y Alcaldías. Y se pasea por todos los departamentos
y ciudades, desde Bogotá a Valle del Cauca, pasando por Atlántico y Antioquia.
Entonces, pese a que los
corruptos siguen robando y a que la ciudadanía considera que es el peor
problema, poro se hace por combatirla. ¿Y cómo combatirla si los mismos
partidos políticos están untados hasta los pies?
Resulta llamativo que el
líder de Cambio Radical, el consumado politiquero Germán Vargas Llenas, quien
recorre el país dando cátedra de interés por el futuro del país, ha apadrinado decenas
de personajes corrompidos y se apoya por ejemplo en el muy cuestionado clan
Char en el Atlántico para armar componendas.
No en vano el portal Las Dos
Orillas presentó una de sus notas como “El prontuario criminal de Cambio
Radical”. Hasta 2017 tenía el liderato indiscutible de personajes corruptos: 19
congresistas condenados por parapolítica, de 44 investigados; 11 alcaldes investigados
por presuntos hechos de corrupción, y 8 gobernadores, entre investigados y
condenados.
Así, ¿quién va a frenar la
corrupción? Más cuando todos los últimos presidentes han permitido funcionarios
que mienten en sus hojas de vida o que han sido cuestionados por actuaciones
irregulares en el pasado.
Nada sugiere que se le
vaya a poner freno a esta seria problemática, aunque fuera para, como dijera el
expresidente Julio César Turbay Ayala, “reducirla a sus justas proporciones”.
Mientras no se solucione, al
país le quedará difícil avanzar a un mayor ritmo para sacar tanto ciudadano de
la pobreza.
Maullido: como se volvió
de bocón Iván Duque.
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