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Uribe, acorralado

 

Unidades del Ejército en muchas regiones cometieron ejecuciones extrajudiciales para obtener beneficios personales. Foto Wikipedia


Sin duda las últimas semanas no han sido buenas para el expresidente Álvaro Uribe Vélez con los reconocimientos de faltos positivos en Casanare por parte de un alto militar y los análisis que han realizado varios columnistas y editorialistas.

Así continúe recorriendo el país para abrirles paso a sus candidatos a corporaciones y alcaldías debe andar preocupado. Y tan lo está que ha tenido que acudir a su ya conocido método de atacar con mentiras y difamaciones a quienes se han atrevido a cuestionarlo.

Con mentiras y acusaciones graves ha atacado al jurista y columnista de El Espectador, Rodrigo Uprimny, como hizo con los muchachos de Soacha (“no estarían recogiendo café”). Sabe que de eso algo quedara entre sus seguidores que todo le aplauden.

Como recordó el editorial de El Espectador “decidió adoptar la misma actitud que utilizó en varias ocasiones durante sus mandatos: estigmatizar a quien lo critique, graduarlo de aliado del terrorismo, sugerir que está respondiendo a agendas ocultas y, de esa manera, tratar de destruir su legitimidad para cuestionarlo”.

Es una táctica que siempre ha utilizado, desde cuando despuntaba en la política como gobernador de Antioquia. Recordemos el caso del abogado antioqueño Jesús María Valle, quien denunció con insistencia y vehemencia ante a Uribe la connivencia de los militares con paramilitares y el peligro que se cernía sobre el amplio territorio de Ituango (sí, ese de la triste y conocida masacre de El Aro, donde también se ha mencionado al expresidente). Uribe lo acusó de ser enemigo de las fuerzas armadas. Poco después Valle fue asesinado en su oficina.

Con las actuaciones de la JEP han vuelto a ser tema importante de actualidad (claro que no para todos los medios) los falsos positivos. Numerosos militares han reconocido su participación en ellos en distintas regiones, como Dabeiba y ahora Casanare.

Sí, hasta ahora nadie ha dicho que él dio la orden, aunque no son pocas las personas que lo creen. Pero no hay evidencias. Lo cierto es que es muy difícil creer que desde temprano no supiera que unidades del Ejército estaban asesinando inocentes. Los organismos de derechos humanos y la prensa lo decían y solo muy tarde vino a retirar oficiales.

¿Por qué callar frente a esas atrocidades? Tal vez el propósito de obtener reconocimiento a su seguridad democrática, que se viera ganancia contra las Farc y que estas sintieran temor, si bien debían conocer que no estaban cayendo sus hombres sino personas humildes del pueblo. Mas es este otro punto ciego pues es difícil sostener qué pensaba Uribe frente a las ejecuciones extrajudiciales.

Su odio a las Farc era y es conocido, si eso le llevó a omitir los falsos positivos también entra en el reino de la especulación. Tanto odio que hizo que los medios de prensa, tan adeptos al régimen, vendieran la idea de que el principal problema de Colombia era esa guerrilla (sobre los paramilitares, que fueron mucho más violentos y sanguinarios).

A Uribe lo siguen respaldando sus copartidarios, que le copian con fidelidad extrema. Y millones de colombianos que le copian el mensaje a unos medios que poco tocan al expresidente.

El hecho de que ahora tenga aceptación entre los suyos, aunque su imagen en el país ha caído a niveles mínimos de acuerdo con encuestas, no lo salvará de que la historia lo ponga en el lugar que merece, así la justicia nunca logre claridad sobre el asunto. Está acorralado por aquella, pese a que sigue descalificando a la JEP y atacando -ahora con su abogado- a quien lo relacione con aquellos crímenes de Estado de los cuales falta mucho por conocer y en los cuales también debería tener responsabilidad por acción u omisión el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, que al menos ya reconoció que sucedieron y pidió perdón, si bien no se ha profundizado mucho en su responsabilidad.

Nerón no fue enjuiciado en su momento por la ciudadanía romana, como sí lo hizo el pasar de los años y siglos cuando se fue escribiendo la historia, analizando los hechos y se conocieron mejor todos sus desafueros.

Maullido: otro que siente ya el peso de la historia: Quintero Calle.

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