Entre los aspectos negativos de las redes sociales, reforzado en parte por el fanatismo y la negación del otro, como se aprecia en asuntos políticos, están las mentiras. Se han apoderado de buena parte del discurso y es difícil distinguir a quién creerle o qué creer.
Es increíble que personas
que se juzgaría que tienen una alta preparación y buen intelecto caigan con
suma facilidad en la difusión de informaciones erróneas. Pero no solo ellas,
también desde entidades gubernamentales de toda clase se difunden hechos o
datos que no corresponden a la realidad.
Me pareció vergonzoso que
el ex rector de la Universidad Nacional, la más importante del país, Moisés
Wasserman, difundiera videos falsos de niños judíos supuestamente enjaulados en
Gaza, en su afán tal vez de justificar la criminal represión del Estado
sionista de Israel contra el pueblo palestino.
Un columnista que aparece
como periodista, Melquisedec Torres, difundiendo unos cánticos en un estadio contra
el presidente Petro que no existieron, burdo montaje que lleva a preguntarse
cómo alguien que se autodenomina periodista comparte material falso sin el mínimo
asomo de duda. Le pudo el odio.
También actúan de este
modo políticos de trayectoria a los que no les tiemblan los dedos para teclear
falsedades o replicar las que otros publican.
No solo personas. La
información que difundió hace pocos días la Superintendencia de Salud sobre
manejo de las reservas por parte de las EPS estuvo sesgada y no mostró con fidelidad
la situación.
¿A quién creerle entonces?
Según el interés no hay ni el minúsculo asomo de vergüenza para compartir
inexactitudes y grandes mentiras.
Es hoy muy común entre los
opositores al gobierno Petro, pero sus defensores, como vemos, tampoco se
quedan atrás. E igual, al contrario, sucedía en el cuatrienio pasado.
Así, opositores se convierten
los aplausos en rechiflas y esa es la gran noticia del día, mientras callan en
los logros, por pequeños que sean. Y los defensores recurren también a mentiras
para defender una obra o un proyecto.
Se palpa con la reforma a
la salud. Es difícil hoy para un observador interesado en el tema y que no
conozca a minucia el sector saber qué es verdad y qué no lo es.
Los medios no se quedan
atrás. Han perdido su norte, como lo han comentado diversos analistas: los principios
periodísticos se están dejando de lado con la intención de atacar al gobierno hoy,
así como se defendía a ultranza el pasado. Entonces, resulta complicado
creerles a periodistas que en redes todo el día lanzan acusaciones o se burlan
del gobierno y después manejan un medio en el que de manera sesgada eligen qué
informar para hacer daño. Han perdido el respeto por la profesión, que se basa
en la defensa de la verdad.
Sí, hay polarización (que
en el fondo no me parece mala), pero se ha perdido el respeto por el otro y por
la verdad. Hoy no se argumenta, se descalifica, y si para ello hay que mentir
no hay inconveniente alguno en hacerlo.
Un problema serio para la
formación de opinión pública, sabido que en todas partes la gente se traga con
demasiada facilidad lo que validan sus líderes en redes o lo que difunden los
medios.
Hay que andar con lupa,
con el escepticismo aguzado, con prevención incluso frente a muchos de los que
uno considera serios. Mala cosa porque de esta manera se impone lo que no
debería imponerse.
Si el fin justifica los
medios ¿qué podemos esperar como sociedad?
Maullido: Un mundo sin
valores: presidente de Estados Unidos perdona la vida a dos pavos en el Thanksgiving,
pero calla ante el asesinato de miles de palestinos.

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