Quienes pensábamos que este iba a ser un Congreso diferente con la
renovación que hubo y la llegada de un amplio número de congresistas que se
denominaban ‘del cambio’ quedemos defraudados. Es más de lo mismo y se ha reafirmado
en los últimos días con la discusión de la problemática reforma a la salud.
El que es el centro de la democracia de un país, donde se debaten leyes
y se exponen ideas ha resultado ser una institución con miembros que le apuntan
a ser los más antidemocráticos, un hecho que no es de ahora sino que, cuando
menos, ha sido evidente todo este siglo desde la llegada de Álvaro Uribe a la
Presidencia y el surgimiento de movimientos contrarios a su gestión.
Antes de eso estaba conformado en esencia por fuerzas liberales y
conservadoras, que para decirlo en términos populares, son la misma pendejada y
siempre se han repartido la torta burocrática, se han amangualado para la
aprobación de leyes y han sembrado costumbres indecentes como la inasistencia a
las sesiones.
En otros países en el Congreso o Parlamento se discuten proyectos y se
vota en bloque sí o no. Hay campo al menos para la discusión. Acá no.
Resultaba algo tragicómico esta semana leer y escuchar a varios representantes
del Pacto Histórico, ante el bloqueo de la oposición al trámite de aquella
reforma, diciendo que quienes desbarataron el quórum eran vagos que incumplían
su deber. También se opusieron a discutir el proyecto artículo por artículo.
De inmediato en redes sociales les recordaron a representantes como
David Racero y María Fernanda Carrascal comentarios de 2019 en la red X (antes
Twitter) cuando eran oposición y se levantaban de las sesiones en protesta o a
gritos (bueno, así hay que expresarse muchas veces en nuestro Congreso) pedían
discusión de proyectos artículo por artículo.
Eso es lo que niegan hoy a la oposición. Esta vocifera que la reforma,
al menos en sus orígenes, no tuvo suficiente discusión, pero los del Pacto repetían
que había sido uno de los proyectos más ilustrados y discutidos. Sucedía, a la
inversa, en el periodo pasado.
Es claro el temor al debate, a escuchar al otro porque ‘ya se ha
informado y debatido ampliamente’, miedo a que así se diluya la aprobación y se
alarguen una eternidad los debates, entonces queda al pupitrazo para aprobación
en bloque. Reticencia a incluir observaciones y modificaciones ‘porque ya se
han acogido la mayoría de las que hicieron’.
Lógico que la bancada de gobierno defienda los proyectos que este
presente, pero no es cierto que ‘estos son las reformas por las que votó la
gente’, porque antes de elecciones nadie conocía esos proyectos.
Asimismo, es lógico que quienes votamos por un gobierno de Gustavo
Petro, creamos que las iniciativas se modifican durante las discusiones: se
adicionan, se recortan, se complementan y hasta se mejoran en las discusiones
abiertas, no que tienen que ser aprobadas tal como se presentaron porque ‘por
eso votamos’.
Entonces ahora como antes solo quedan dos alternativas en los proyectos
que generan serias desavenencias: pararse para dañar el quórum si se es
opositor o votar en bloque para evitar cambios si se es de la bancada de
gobierno y se tienen las mayorías necesarias.
Claro, los opositores no van a estar de acuerdo con muchas iniciativas
del gobierno, pero al menos se debe dar la discusión extensa, permitir la
manifestación de la democracia y no cercenar derechos de unos y otros.
Desbaratar el quórum y el pupitrazo limpio y sonoro no son las menores
manifestación de la que debiera ser la casa de la democracia.
Maullido: Francisco Barbosa o Daniel Quintero, qué futuro el que le
espera a Colombia.

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