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¿Nos están tomando el pelo?

 

El jeque Al Jaber presidió la COP28, es jefe de la mayor explotadora de petróleo de Emiratos Árabes y no cree que el petróleo cause calentamiento. Foto UN


Cuando se cerró la cumbre del clima esta semana, la COP28 en Dubái, hubo júbilo porque por vez primera en 30 años de negociaciones se logró incluir dos palabras claves que los estados productores nunca habían dejado mencionar en el documento final: combustibles fósiles.

Parece una ganancia, cuando hace dos años se había logrado que se incluyera la palabra ‘carbón’ como uno de los combustibles que hay que dejar atrás si se quiere que el termostato de la Tierra no se dispare.

Para muchos es una ganancia, pero ¿realmente lo es? Les explico:

No hubo acuerdo vinculante sino que cada país verá cómo va dejando atrás el uso del petróleo y lo remplaza con energías limpias, para las cuales también se fijó un mínimo, un mínimo de ‘buenas intenciones’.

La idea era que quedara bien claro que había que eliminar el uso de esos combustibles, pero la oposición del gran productor Arabia Saudita, y otros de la región del Pérsico, fue tenaz y no lo permitieron. Al final se transaron por incluir las dos temidas palabras, pero sin un llamado a abandonarlos.

Deseaban que en vez de eso se mencionara aumentar las inversiones en las tecnologías secuestradoras de carbono, que hasta ahora poco les han interesado pues lo suyo es sacar petróleo a dos manos.

Quedó plasmado en el acuerdo que se debe triplicar las energías renovables de acá a 2030 y que a 2050 no haya emisiones de gases que calientan el planeta.

¿Es suficiente? No. En la transición se hará uso de otro combustible sobre el cual con mayor frecuencia estudios científicos demuestran que también hace daño. Además, la mayoría de los países no disponen de recursos para aumentar de modo significativo las energías renovables.

Al comienzo de la COP hubo alborozo porque se acordó crear un fondo para ayudarles a los países pobres y en desarrollo a atender los daños que cada vez más causa el cambio climático con toda suerte de eventos. Pero ¡vaya sorpresa! Los países ricos prometieron US$400 millones, cuando cada año se requiere 1000 veces esa suma.

Estados Unidos, en una muestra de generosidad, prometió US$20 millones. Vale comparar: a la guerra de Ucrania ha destinado hasta ahora US$75 000 millones y el gobierno está solicitando más al Congreso.

Hay otro dato que molesta mucho en este tema: los países pobres pagan en créditos a la banca internacional y demás organismos 12 veces más de lo que logran invertir para atender la destrucción ambiental.

La ciencia mostró que para que la temperatura de la Tierra no suba más de 1.5° C con respecto a 1800, se requiere reducir las emisiones de gases 43 % esta década. Para que no pase de 2° C, reducirlas 29 %.

La realidad muestra que van en ascenso y los grandes productores de combustibles fósiles tienen en marcha planes y acciones para producir a 2030 el doble de lo requerido para estabilizar la temperatura.

¿Entonces? Dependemos hoy de la buena voluntad de las grandes potencias, de lo cual han mostrado poco como podemos ver.

Lo alcanzado en la COP28 no es vinculante, pero muchos de quienes asistieron dicen que incluir aquellas dos palabras manda un mensaje político fuerte señalando que ir remplazando esos combustibles es el camino.

Todo este tejemaneje en un año que será el más caliente en más de 140 años de registros, al final del cual la temperatura de la Tierra, así sea por un tiempo, llegará a los 1.4° C. El margen de maniobra es, como se aprecia, escasísimo.

Asusta cómo políticos y empresarios juegan con el futuro de las generaciones por venir para obtener riqueza pasajera, impidiendo en sus países acciones más decididas para la transición rápida a energías que permitan reducir la llama de la fogata en la que está convertida hoy nuestra casa terrestre.

Maullido: poco a poco queda claro que en la Alcaldía de Medellín hubo muchos manejos turbios.

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