Si algo está agotando los recursos del planeta es el consumismo
desbocado, que en diciembre, al menos en Occidente, tiene su mes culminante: decenas
de millones gastan más de lo que tienen y pueden.
No es solo asunto de protección ambiental ni de sumarse a la lucha de
nuestras vidas contra el calentamiento global. Mírelo de otra manera: es un
modo de ahorrar en un mundo cuya economía, y en nuestro país, es incierta de un
año para otro.
¿Sí tenemos que gastar en todo lo que se nos antoja? Es tal vez el modo
de vida que se nos ha impuesto en este sistema y sus fieles propulsores (toda
clase de empresas con sus publicistas al frente, que 24/7 nos están recordando
que hay que gastar en lo que ellos ofrecen).
Por eso los bancos nos invitan con insistencia a usar una tarjeta de
crédito, que tiene los intereses más elevados del mercado y a refinanciar la
deuda para que ellos obtengan más dinero a cambio de un supuesto respiro en
nuestras obligaciones con ellos.
Paremos la registradora. Claro que se puede. No significa ser tacaños.
Desde hace años se conoce el caso de Lauren Singer, en Brooklyn, Nueva
York, que metió en un frasco todos los residuos que produjo durante ocho años. Tal
vez menos publicitado el de Lara Joanna Jarvis, en Hampshire, Inglaterra, madre
de dos hijos, que no compró nada distinto a lo esencial durante un año y ahorró
25 000 libras (mal contados 125 millones de pesos). Y tal vez tampoco muchos
sepan del artículo de 2020 en Forbes de 2020 que invitaba a no comprar nada
durante el año.
Primera semana de diciembre y por las calles céntricas y en los centros
comerciales no cabe la gente, casi todos con paquetes en la mano, aprovechando
muchos las ‘jugosas’ promociones de temporada. Que se regala por cariño y
costumbre, está bien, ¿pero qué hay que regalar?
Si se miran las estadísticas, el mundo está desbordado de productos
muchas veces innecesarios, que hoy en día vienen con una ganga adicional de los
fabricantes: duran poco para que compremos más o los reparemos si se dañan: en
algunos electrodomésticos resultan más caros los repuestos que el mismo producto.
Hasta quienes producen celulares se aseguran de que en pocos años se
deshabiliten funciones y haya que adquirir más, o los programan para que se
tornen lentos. Así, en 2022 se vendieron 1749 millones de smartphones (basta
con mirar las enormes filas en almacenes cuando se anuncia la llegada del
último dispositivo).
Si miramos a las prendas de vestir, las cifras son astronómicas: 2200
millones de jeans ese año y 2000 millones de camisetas. Claro, tenemos que
vestirnos, ¿pero cuánta ropa tenemos que tener en el armario? La moda, valga
recordarlo, es de las industrias más contaminantes y agresivas del mercado para
el recambio de prendas ‘según temporada y ocasión’.
Si miramos zapatos, fueron 19 000 millones de pares en ese año.
En otro sector, para agregar, se vendieron 202 millones de televisores.
Una simple función nueva hace que muchos cambien el que tienen; se vendieron
286 millones de PC y 114 millones de portátiles. En Estados Unidos cada año se
desechan 30 millones de computadores, y en Europa 100 millones de celulares.
Cada año se están desechando de 20 a 50 millones de toneladas de todo
tipo de estos aparatos y dispositivos: equivale a botar 800 portátiles cada
segundo.
Y siempre pasa lo mismo: ¿tenemos que comprar lo último? Es el ritmo que
nos imponen la publicidad y la comunicación masiva, pues tenemos como ejemplo
los ricachones y la forma como gastan su dinero, así como artistas de toda
clase que invitan a sus fans a comprar el producto que los promociona, así no
lo necesiten.
El 10 % más rico del planeta produce, en todas sus acciones, el 50 % de
las emisiones que calientan el planeta. Y muchos de ellos nos invitan cada día
a que sigamos sus pasos. Los 12 más ricos del mundo emiten lo que generan 2.1
millones de hogares. Entonces, el anhelo es copiarles, no ver el daño que nos
están causando.
Podríamos extendernos, pero el mensaje es claro: no gastemos tanto, no
consumamos tanto, vivamos con lo justo. No solo nos servirá para vivir más
tranquilos sino para ahorrar para asuntos más necesarios, darnos algunos gustos
y hasta para ayudar a otros.
Sí se puede reducir este consumo y contener nuestros gastos. ¿Se le mide?
Maullido: ojo que se viene el boom de las pólizas de medicina.

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