Volvió a surgir el antioqueño mero macho con esos rasgos que muchos, de
historiadores al imaginario popular, han reconocido a los nacidos y criados en
Antioquia. Y volvió a hacerse fuerte con el enfrentamiento de los dos
gobernantes más importantes del departamento con el gobierno central, Andrés Julián Rendón y Fico Gutiérrez, que
muchos ven solo como un reclamo tranquilo pero firme.
Y también con esa forma que ya es tradición de resolver los problemas: con
amenazas… previas a la acción letal, como las amenazas a futbolistas y
entrenadores en los equipos locales, que se deben tomar en serio pues ya se
sabe el daño que han hecho esos hinchas.
En cuanto a los gobernantes, el pasado gobernador, Aníbal Gaviria, destinó
los últimos meses de su gobierno a enfrentar al poder central y al presidente
Gustavo Petro, actuación que motivó otra vez, junto a los reclamos del actual
gobernador Rendón, que esos antioqueños que se creen miembros de
una raza especial comenzarán a hablar de independencia o de la Antioquia
Federal, propuesta esta lanzada hace cuatro o cinco décadas y a la que se
recurre cuando se siente que el gobierno central no responde a las necesidades
de esta comarca.
Ese resurgir del mero macho, del paisa superior a todos los demás, del
antioqueño decidido y superior a todas las adversidades, puede hacer iniciado
con la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, que no solo hizo del combate a las
Farc su caballo de batalla, sino que persiguió y hasta señaló a quien no seguía
sus orientaciones y era capaz de refutarlo.
Su ejemplo caló en su terruño y en la dirigencia política paisa y parte
de la dirigencia.
Sí, no son todos los antioqueños quienes se creen raza superior o actúan
con bravura mal entendida y altanería desafiando cualquier poder. El
empresariado, al menos de labios para afuera ha sido discreto, pues tiene mucho
en juego (no así los comerciantes cuya agremiación es un casi unánime centro de
pura estirpe uribista). Y hay muchos otros que no le jalan a ese regionalismo
insulso, tonto, con marcado acento egoísta, independiente de las discusiones sobre descentralización, que
son otro cuento, y que son más aterrizados, racionales y críticos.
Al antioqueño, a ese que se llama de pura cepa, a aquel que piensa que
sacar ventaja de los demás es una virtud, lo han regido cinco faros: Dios, patria,
familia, tierra y dinero. (En eso Uribe sirve de buen ejemplo también).
No les importa a muchos nada de lo que hacen, pues su religión les
permite pecar y rezar para salvarse (por eso ni tocan a los jerarcas y curas de
la iglesia por su encubrimiento o participación en la criminal pederastia).
Es también expansionista. Busca apoderarse de todo lo que pueda. Gaviria,
para recordar, comprometió al entonces gobernador de Chocó para incluir en el
desarrollo el anhelado y cuestionado puerto de Tribugá y la carretera por Las
Ánimas que destruiría la selva. ¿Beneficiará a la incipiente industria
chocoana? Claro que no. Antioquia hace años le lleva ganas a esas obras y en
distintas etapas las ha tratado de impulsar. (No olvidar que parte de la tierra
en conflicto en el norte chocoano se debe a empresarios paisas con sus cultivos
de palma que nada respetaron).
Y ante menciones recientes sobre una nueva regionalización para el país,
de hecho ya aprobada, el político y dirigente antioqueño no admite que toquen
un solo pedazo de su territorio y de ahí el grito en el cielo y la pelea cuando
Chocó tomó Belén de Bajirá, un caserío de Urabá al que Antioquia nunca le paró
bolas pero consideraba suyo.
Todo esto y más ha hecho de este departamento el cuartel del uribismo,
principal fuerza política. Su líder encarna varios de estos arquetipos y los
gobernantes bajo su protección han sido fieles a ellos.
Maullido: lástima que el gobierno esté jugando con la salud de la gente.

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