Cuando el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez ordenó la extradición
de los grandes jefes del paramilitarismo sometidos a su proceso de
reincorporación, quedó la sensación en un amplio sector de la sociedad que el
fin y el afán eran para evitar que se conociese la verdad de lo sucedido y
hacer que el tiempo se encargara de sembrar dudas sobre sus testimonios, pues
en ese gobierno ocurrió una gran parte de los terribles falsos positivos y fue
manifiesta la connivencia y colaboración de las fuerzas del Estado con aquel
movimiento surgido para combatir la creciente presencia de los movimientos
guerrilleros.
Hoy, uno de esos grandes jefes, Salvatore Mancuso, con un claro pasado criminal y cuentas pendientes, retorna al país tras
cumplir pena en Estados Unidos y el mismo miedo se apodera de Uribe Vélez. No
extrañó que su partido, del cual es el ungido eterno, el Centro Democrático,
expresara en estos días que Mancuso llegó a vengarse de Uribe. El mismo
expresidente se ha dado a la tarea de cuestionar en redes sociales las
intenciones de Mancuso, incluso con suposiciones y afirmaciones traídas de los
cabellos.
En el contrapunteo que ha surgido entre los dos, en el cual incluso ha
habido pie para dar cifras sobre los supuestos crímenes de uno y otro, la carta
pública de Mancuso de esta semana, a mi juicio, expresa verdades en las que
muchos creemos sobre el miedo de Uribe y su participación en los funestos
sucesos que llevaron a que la seguridad democrática se convirtiera en muchas
regiones en una empresa criminal.
Mancuso le recordó al expresidente que “El país entero sabe de su papel
en el conflicto armado colombiano y sus acciones para dilatar el aporte de
verdad, especialmente de las extradiciones que autorizó, las cuales carecían de
base fáctica y jurídica”. Fue el miedo a la verdad lo que las motivó, recordó.
Y luego se fue de frente: “Todo lo que se debía decir con respecto a su
vínculo con el paramilitarismo en Colombia se ha dicho y si no se ha dicho del
todo, lo que se ha dicho ha sido más que suficiente para corroborar que durante
los años en los cuales usted fue gobernador de Antioquia y en su primer mandato
presidencial, hubo connivencia, cooperación y un proyecto contrainsurgente
compartido entre las instituciones que usted lideraba y las AUC”.
Ambos anunciaron denuncias penales contra el otro. La pelea ahora es en
los estrados judiciales. Uribe carga sobre sus espaldas la mayor parte d ellos 6402
falsos positivos, la mayoría de ellos cuando era jefe supremo de las Fuerzas
Militares del país.
Y menciona algo sobre lo cual también está de acuerdo buena parte de la opinión
pública: el gobierno de Uribe al hacerse el de la vista gorda terminó como
copartícipe del accionar de los paramilitares cuya violencia, sevicia y
salvajismo no había visto jamás el país, y algunos miembros terminaron involucrados
de manera directa.
Tal como muchos pensamos, afirmó que “su ocaso se va desdibujando gris y
bizarro en el imaginario colectivo de una sociedad que quiere pasar página”.
Lo que viene no será de mensajes en redes sociales ni de comunicados de
defensores gratuitos de uno y otro. Tal vez permita conocer parte de esa verdad
que se marchó en un avión gringo en 2008 con la esperanza de que nunca se
conociera acá o el tiempo desdibujara.
El país lo necesita, las miles de víctimas también.
Maullido: el talante de un gobernante también se conoce en el uso del
diálogo para acercar las diferencias con sus oponentes, no en la imposición cerrada
de innegociables.

Comentarios
Publicar un comentario