Mientras buscaban ayuda
humanitaria en camiones, Israel atacó a centenares de palestinos. Más de 100
asesinados y 700 heridos. Solo la última gran masacre cometida por el Estado
sionista de Israel.
En ese genocidio van más
de 30 000 muertos, más de 1 asesinado por cada 73 palestinos y se dice que hay
subregistro. Demasiado en cualquier población, pero muy notorio en una de solo 2.2
millones que habitan en Gaza.
Desde la actuación de la
Corte Penal que pidió no asesinar inocentes, Israel ha asesinado a más de 4000
palestinos y más de 6000 quedaron heridos. Es un exterminio, no acciones
localizadas en el demencial ataque contra Hamás.
Pero eso está muy lejos,
se ha convertido en puro paisaje. Y vale preguntarse porqué los colombianos no
reaccionaos. Tal vez estamos ya acostumbrados a tanta violencia que nada nos
conmueve.
No nos conmueve ni que en
Chocó miles de compatriotas sean objeto de confinamientos con inusual
frecuencia.
Este es tal vez
consecuencia de la premisa del mundo capitalista: produzca y produzca (trabaje
y trabaje del famoso ex) y piense poco. Creo que eso tiene que ver en una parte
por lo que nos sucede a los colombianos. Es que no nos conmovemos, como pueblo,
por nada. Un sistema que, como han analizado muchos autores, conduce al egoísmo, al sálvese quien pueda. Y sí que lo entronizamos.
Sí, hay marchas de apoyo o
protesta contra el gobierno, pero no antes los grandes temas que nos tocan.
Mientras en todo el
planeta las marchas contra el genocidio de Israel en Palestina son
multitudinarias y frecuentes, acá no se ha llamado a ellas siquiera. En
muchísimos otros países también protestan de manera masiva contra quienes
provocan el calentamiento global, acá ni una sola.
En otras latitudes, como
en Europa por estas semanas, protestan los agricultores por decisiones que los
afectan. Y son masivas, o por el cobro de impuestos en Francia hace pocos años.
Acá no. Y para ajustar,
toda insatisfacción es aprovechada para manejos políticos y se diluyen. Salvo
las que hubo contra el represor Iván Duque, que fueron las únicas en varias
décadas de origen popular y expresión masiva.
Somos apáticos y fríos,
muestra ejemplar de sociedad acrítica. Nos dejamos imponer la agenda por
políticos y medios. Todo lo soportamos. ‘Qué se va a hacer’, expresión por
demás muy acentuada en sectores marginados donde aún muchos creen que su
pobreza y abandono es porque les tocó, o porque su Dios no se acuerda de ellos
y hay que resignarse.
Desde comienzos del siglo
pasado cualquier protesta fue rechazada y reprimidas por las clases gobernantes
y acomodadas. Una subversión del orden, pero del orden que ellos han impuesto y
les interesa, porque las grandes conquistas del ser humano se han logrado con
protestas, con demostraciones callejeras de insatisfacción, así hayan generado
violencia, que es otra situación a la que acude el poder y las clases
acomodadas para desvirtuarlas y satanizarlas.
Eso también ha incidido en
que seamos tan apáticos, una sociedad sui generis pese a la violencia
aterradora que hemos sufrido durante tantas décadas.
Ante nada nos
manifestamos. Miramos con recelo y desconfianza detrás de las cortinas de la
casa a los pocos que se atreven a mostrar su inconformismo.
Entonces, ahora, salir a
marchar contra Israel. No, eso está muy lejos. Si no nos interesa siquiera qué
les pasa a los chocoanos…
Y cada hora llegan
imágenes de niños palestinos masacrados, de pequeños a los que el Estado
sionista y asesino de Israel mata de hambre, de grupos abaleados sin razón.
Nada nos saca de nuestra comodidad. O, tal vez, si eso es lo que quiere Dios…
Maullido: el alcalde de Medellín dizque reuniéndose con el sionista embajador de Israel. ¿Aprueba el genocidio?

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