Las marchas de esta semana retratan muy bien dos maneras de ver el país
y cuál debe ser su modelo de desarrollo.
Independiente de si estuvieron nutridas o no, si fueron mayoría -como
invocaron- o no, expuso que quienes perdieron el poder en 2022 y desean
recuperarlo conciben el país con la supremacía del capital privado encima del
Estado y todo lo demás. Esto aparte también de consignas de las convocatorias
que contenían algunas falacias.
Bien lo expuso el expresidente Álvaro Uribe Vélez en su mensaje, apoyo
claro a las protestas, que se necesita una economía poderosa con inversión
privada para darles subsidios a los pobres, una concepción de desarrollo basada
en la limosna y no en ver cómo sacar de la pobreza a millones de colombianos.
Es una visión de país que mantiene precarias condiciones laborales para
los trabajadores. En palabras de Uribe se está atentando contra la creación de
empleo (aunque los datos oficiales dicen que se está reduciendo). Agregó que
será peor con la reforma laboral, lógico pensamiento de quien en su gobierno
pasó una reforma que redujo beneficios para los trabajadores, aumentando
entonces los ingresos del empresariado porque no se generó el empleo que se
decía iba a crear.
Es el tratamiento del capital como el dios al que hay que rendirle
pleitesía y agradecerle porque todavía genera empleo.
Recuerdo un artículo del reconocido economista francés Thomas Piketty en
el cual mostraba cómo sucedió eso en Francia a finales de la década pasada con
rebajas impositivas al gran capital haciendo ver que si no se había se iba a
otro lugar. Y esa ha sido la tendencia acá. Está por ejemplo la reforma
tributaria de Santos que otorgó billonarias exenciones a los ricos, billones
que podrían haber ido a solventar necesidades de millones de desfavorecidos.
Y no se está diciendo que se debe acabar con las grandes empresas ni con
los ricos. Solo que paguen lo justo a la sociedad.
(Abro largo paréntesis acá: el Centro Democrático convocó a la marcha “para
defender la democracia, la libertad y nuestras instituciones”, nada de lo cual
ha estado en peligro en este gobierno, a diferencia del de Iván Duque que
coartó libertades reprimiendo las protestas de 2020. Tal vez solo andan
asustados porque sienten que hay otra forma de concebir el desarrollo de
Colombia).
Todo esto, todo lo que se esgrimió para marchar, se enfrenta a esa otra
manera de generar desarrollo del gobierno de Gustavo Petro.
Esto se nota con el énfasis en lo social y la búsqueda de la solidaridad
en acciones y medidas para con los más desprotegidos, independiente de ruidos
generados por nombramientos cuestionados con razón y de declaraciones a veces
destempladas del mismo presidente.
Lo he dicho varias veces, no estoy de acuerdo con la reforma a la salud,
porque no veo la necesidad de empezar de cero. Además el Estado debe jalonar la
unión con el capital privado en vez de dejar que este imponga el derrotero,
pero no puede prescindir de él.
Pero la reforma laboral sí está pensada en devolverles logros a los
trabajadores, dignificar más el trabajo. Creo que ni se reducirá el empleo ni
se quebrarán las empresas, tampoco que salgan en estampida hacia otros países.
Hoy se reparten tierras entre el campesinado, no se persigue el
agricultor cocalero sino las economías narcotraficantes, se visitan y hacen obras en pueblos olvidados. El énfasis es otro y
hasta la economía no marcha lo mal que presagian los detractores, así tenga
nubarrones encima.
Dos visiones sobre el papel del gran capital y su papel en el desarrollo
nacional. Todo para él o repartición de la torta, así sea solo un pedazo.
De eso se trataron las marchas de esta semana y las que hagan el futuro.
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