Muy probable que la marcha de este domingo 21 sea la más nutrida de las
que ha convocado la oposición porque fuera de la derecha marcharán muchos de
centro decepcionados con el gobierno Petro y sus formas.
A esto se suma el desgaste natural del gobierno luego de 21 meses, el
malestar por las tres grandes reformas y el controvertido anuncio de una Constituyente
que pocos entienden y digieren.
Se reafirmará la derecha con su ideología totalmente opuesta a la del
presidente y con seguridad aprovechará que otros se sumarán para reclamar
poderío. No pocos asistirán bajo la abstracta consigna de “salvar a Colombia” y
hasta el exministro Rudolf Hommes lo hará para que retorne la felicidad al país,
otro extraño mensaje.
Las marchas y contramarchas se han convertido en medio de expresión de
seguidores del gobierno y opositores para medir fuerzas en la calle, aunque así
no se resuelva nada, solo dar una sensación de fuerza: no se traducen en acciones
concretas.
Saldrán ahora los de siempre, algunos analistas, políticos y periodistas
a decir que el pueblo ha hablado y que el gobierno debe escuchar y conceder, lo
cual no es del todo cierto porque este tiene su propia agenda y si cede en todo
gobernará la oposición.
Es que están enfrentadas dos visiones de país. Ese acuerdo sobre lo
fundamental que pregonaba Álvaro Gómez Hurtado no es posible porque hay dos
ideologías opuestas y cuando eso propuso solo actuaban los partidos Liberal y
Conservador, que en esencia eran y son lo mismo. Idéntica ralea.
Estos casi dos años han traído un gran desgaste del gobierno, situación
normal pero acelerada por una prensa tradicional enlistada casi unánimemente a
la derecha.
No se desconoce que ha habido errores graves, comenzando
por la tendencia de Petro de encerrarse en sí mismo y no escuchar ni voces
amigas, actuación que ha incidido en los enormes líos que le ha traído la
reforma a la salud, que así sea revivida dejará una herida difícil de
cicatrizar ante una parte de la opinión.
Tampoco caló bien su llamado a una Constituyente y la citación al
constituyente primario, que son todos los ciudadanos y no solo una parte de
ellos afines en pensamiento al progresismo y a la izquierda. Un tema que se ha
ido enredando con las sucesivas declaraciones del presidente y las
interpretaciones de los opositores y voceros de eso que llaman centro.
Para ajustar, ahora se suman las denuncias sobre posibles irregularidades
en la financiación de su campaña.
El ambiente es difícil, hay que reconocerlo. Se sentirá en la marcha. El
domingo no se solucionará este país, cada vez más acostumbrado a los insultos y
descalificaciones de quienes piensan distinto, a la mentira y al todo vale,
pero podría ser una señal, tal vez algo pronto, sobre el futuro electoral, y
puede ser una oportunidad para que el gobierno analice con seriedad, lejos del
fervor y la vocinglería ensordecedora de sus barras en redes sociales, en qué
puede mejorar y qué debe hacer para de verdad encarrilar esas grandes
transformaciones que requiere el país, hoy anémicas por falta de claridad y
decisión, lejos de entablar peleas con cuanto molino mueva el viento.
Maullido: tanto político hablando del agua y la energía y no tienen ni
idea de qué es el cambio climático y lo que podría generar en el país porque
nunca el tema les ha interesado.

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