No puede el gobierno estar diciendo con cada decisión judicial en
contra, que le están dando un golpe. Tampoco cuando el Congreso no aprueba sus
iniciativas.
Enumeró en su cuenta en X el director de Prosperidad Social, Gustavo
Bolívar, los casos en los cuales la justicia tumbó medidas del gobierno. A eso
le llaman golpe blando, pero no cuenta el ex senador cuántas leyes y decretos
han pasado sin problema alguno. Esto sin considerar que los altos tribunales también, acá y acullá, tienen influencia política.
Como en el fútbol: a ningún equipo los árbitros le quitan siempre y a
ninguno le dan siempre. Hay de todo. Y más bien debería ponerse cuidado en el
equipo jurídico, que no haga las cosas a la ligera ni demuestre incapacidad.
El más reciente y sonado caso, el del Ministerio de la Igualdad, que en
mi concepto se necesita, reconociendo que no ha despegado del todo, fueron
vicios de trámite en el Congreso. Y ojo que eso podría tumbar luego otras leyes
claves para el gobierno, pues con las presiones y negociaciones con
congresistas hay dudas sobre algunas iniciativas. O al menos así lo han expuesto
algunas personas conocedoras de la materia.
Debería considerar también el gobierno, y aceptar de una vez, que en
cualquier democracia del mundo los proyectos de ley son un tira y afloje con el
Congreso y las diferentes fuerzas políticas. Y por eso nadie en Estados Unidos,
digamos, habla de golpe blando cuando se niegan los proyectos del Ejecutivo. Y
bien fuerte que son allá las diferencias, al punto de que se bloquea el
funcionamiento del gobierno.
Bien cierto lo que dice el presidente Petro cuando afirma que la gente
votó por él y por un cambio (apenas insinuado y muy a los trancazos por
denuncias de corrupción e inoperatividad ministerial). Pero también los
congresistas fueron elegidos por el voto popular. Son parte de la democracia
así en este caso, estoy seguro, su papel sea bloquear todo lo que proponga el
gobierno, igualito al ejemplo citado. Solo cuando se tienen mayorías los
gobiernos adquieren carta libre de navegación (claro, como decíamos, si pasa el
examen de las Cortes).
Se nota la angustia del presidente Petro porque las cosas no marchan con
celeridad. Y con mucho tino dijo que se mantenía la inercia que viene de
gobiernos atrás. Apenas lógico pues siempre la derecha había gobernado e impuesto
condiciones, y el llamado aparato del Estado es paquidérmico, casi que organizado
para impedir que las cosas funcionen bien y a tiempo.
Escribía hace poco el escritor y columnista William Ospina que gobernar
no es hacer lo que se quiere sino lo que se pueda y ahí ha pecado el presidente.
En cuatro años resulta imposible plasmar todo lo que se quiere, desatrasar
tantos sectores y enderezar varios más. Pero ha podido concentrarse en unos
temas que tienen vía libre por leyes en curso o porque no necesitan pasar por
el Congreso y se puede actuar, como en el caso de la reforma agraria y el
impulso a las actividades agrícolas y agroindustriales, pero hay más como la
vivienda, el prometido y necesario ordenamiento del agua y otros.
Claro que hay que seguir dando la pelea en el Congreso por los proyectos
que se consideran de alta importancia y gran impacto, pero si no se logran no se
debe a un golpe blando sino a que vence la oposición. Tampoco si los tribunales
y Cortes declaran la ilegalidad.
Es que querer y no poder es lo duro de gobernar, pero es también el gran
reto de un gobierno para obviar las dificultades y dejar huella en esos territorios
donde sí puede.
Maullido: no se olvide que la corrupción -que en este país siempre se
roba el dinero de los más necesitados- hace tambalear gobiernos.

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