No es mera casualidad que cuando el expresidente Álvaro Uribe Vélez se
sienta en el banquillo de los acusados por la comisión de posibles delitos,
comience a liderar la oposición e insinúe a los militares insubordinarse contra
el gobierno legítimo de Gustavo Petro.
El hecho fue callado por la mayoría de los medios o minimizado. De haber
sido Petro el que llamara a la sublevación hubiera sido escándalo nacional (dándole
razón a la actriz Margarita Rosa de Francisco de que los periodistas son la
primera línea de la derecha).
Pero volvamos al tema principal: Uribe comenzó a encabezar la oposición,
que lleva dos años acéfala porque los pronunciamientos de su equipo no pasan de
meros apuntes, quejas o niñerías en la red X.
Uribe no solo sugirió a los militares rebelarse, sino que ha comenzado a
postear con fuerza contra decisiones, anuncios y palabras de Petro. Había
guardado cierto silencio frente a este y sus pronunciamientos eran tibios. ¿Cómo
podría interpretarse? Lógico, lo primero que se viene a la cabeza es que
pretende blindarse contra una posible condena por los delitos de que es
acusado. No es descabellado, pero puede haber otras explicaciones. Por ejemplo,
generar una mayor reacción ciudadana contra el gobierno e invitar a sus
congresistas a atacarlo con mayor fuerza.
Recuerda además que su interés, su énfasis y la base de sus ideas es la
seguridad a cualquier costo. Ya lo vivimos durante ocho nefastos años en el
irrespeto a la vida de miles de sus conciudadanos pobres. Para él, todo lo que
suene a guerrilla, insurgencia o grupo criminal que haya nacido de la guerrilla
solo merece bala o cárcel. No hay término medio. No hay posibilidades de
diálogos (aunque lo intentó en su momento) y mucho menos de paz.
Los ataques de esos grupos en el Cauca revitalizaron su mensaje y le
sirvieron de excusa para pisar fuerte en el panorama político, en particular en
la lucha de la derecha contra el primer gobierno de izquierda.
Toca esperar cómo evoluciona este liderazgo, qué más hará, si tratará de
subvertir el orden institucional o solo buscará posicionar la derecha para las próximas
presidenciales. ¿Se desbocará más si el juicio en su contra avanza?
Lo otro que quería comentar es la patinada que pegan quienes se dicen de
centro, que, insisto, para mí no existe.
En varios mensajes en X, el columnista Juan Carlos Botero defendió al
centro y explicó que no tiene nada de tibio. Sus palabras fueron secundadas,
por ejemplo, por Humberto De la Calle.
Entre lo que dijo, figura: que la persona de centro no aspira a quedar
bien con todos. “Al contrario: tiene el valor de saber que va a quedar mal con
todos, y aun así defiende su posición y sus ideas”.
Más: “Ser de centro implica defender la vía democrática”. Y como
ideología citó “la defensa de la democracia y la búsqueda del bien común”.
Todo lo que menciona, es el objetivo de la derecha y de la izquierda,
aparte de que él solo concibe la extrema derecha y la extrema izquierda.
Mejor dicho, reitera sin quererlo que el tal centro… no existe.
Maullido: mala hora para la educación: todos los líos para la rectoría
de la Nacional y la de Antioquia y el Politécnico JIC en crisis económica. Y
dizque a todos los gobernantes interesa la educación…

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