La marcha del 21 fue multitudinaria, no quedan dudas. Toda la derecha
marchó unida (incluyo al centro, que no lo considero como tal) y pese a la
violencia verbal y simbólica dejó un mensaje claro: la oposición es nutrida.
La marcha del 1 de mayo fue asimismo nutrida. Yo esperaba menos gente.
Y sin desgastarnos en mediciones inútiles e imposibles, significa que el
presidente Gustavo Petro también tiene amplio respaldo, un respaldo que no
parece quedar en las encuestas que hablan de pérdida creciente y continua de
aceptación.
Comentaban analistas (como cada que ha habido una marcha de la derecha
en este gobierno) que había que escuchar a quienes marcharon el 21. Por simple
deducción, a los del 1 de mayo también.
¿Entonces? ¿A quién escuchar?
Líderes como el senador Iván Cepeda insisten en un acuerdo nacional a
incluso Petro lo mencionó en su discurso del 1. Como están las cosas, ¿con
quiénes se desarrollaría? ¿Qué comprendería?
El presidente no está dispuesto a transar con sus reformas y la derecha
no les camina. ¿Ceder? ¿En qué? ¿Hasta qué punto?
Lo que está mucho más claro hoy es que no se trata no solo de una pugna
por el poder político, sino sobre todo de un enfrentamiento con el capital como
protagonista. Dos maneras opuestas sobre el trato al gran capital y la función
que debe cumplir.
Las reformas laboral y pensional representan una lucha dura entre el
capital -el empresariado y las grandes empresas- y la forma como el gobierno concibe
para qué debe ser aquel y a quién debe beneficiar. (Toda reforma laboral es un
tire y afloje entre empleadores y trabajadores).
El Centro Democrático ha sido tajante al manifestar que la reforma
laboral no beneficiará a los trabajadores, sino que los perjudicará y generará
más desempleo. Vale recordar que cuando Álvaro Uribe Vélez fue presidente hizo
una reforma que eliminó ganancias laborales, favoreció al empresariado y la
excusa fue que se crearía más empleo, que nunca sucedió.
La derecha es firme al sostener que son los empresarios los que generan
empleo y que no se les debe tocar, mientras el progresismo habla de la necesidad
de una redistribución de la riqueza para generar recursos que apalanquen el
desarrollo para favorecer a los más necesitados.
Volvamos al tema. La derecha, comenzando por exponentes como Alejandro
Gaviria, afirma que Petro no está interesado en realidad en ese acuerdo
nacional, pero hay un punto para tener en cuenta: ¿qué entiende esta por un
acuerdo? ¿Qué se debe incluir? ¿Si el gobierno no cede en lo que pretende,
entonces qué?
Y no hay claridad sobre otro tema esencial: ¿qué pretende la derecha?
¿Cuáles son sus peticiones (fuera de que no se aprueben las reformas)?
Hoy hay más dudas que certezas sobre ese acuerdo nacional, sobre lo que
significaría y cómo se concretaría con posiciones tan distintas en la forma de
encarar el desarrollo, disminuir la desigualdad y reducir la pobreza de paso.
De las marchas, además, se desprende otro asunto fundamental: quiérase o
no, comenzó la carrera electoral hacia las presidenciales 2026. No en vano
Petro ha expresado que espera que el progresismo continúe en el poder, mientras
la oposición no baja los brazos para torpedear el gobierno y sacar réditos
políticos de ello con miras a ganar electorado. Eso de que la marcha del 21 no
fue convocada por un partido no es cierto. Sí la convocaron miembros de la extrema
derecha y la idea era clara: comenzar a medir fuerzas, si bien no contaban con el respaldo al presidente.
Maullido: buena parte de la dirigencia política y empresarial ´refiere
taparse los ojos para no ver el genocidio en Gaza, con tal de poder comerciar
con el Estado sionista de Israel.

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