Lo que no fue capaz la justicia colombiana, cooptada casi todo este
siglo por el uribismo, lo hizo la gringa: condenar a Chiquita Brands por
financiar el paramilitarismo y haber contribuido así a una ola de violencia
terrible que sacudió Urabá y algunas otras regiones en los años 90.
Vuelve el tema a la palestra, porque esta semana estuvo movida al
respecto. Los fiscales de este siglo se encargaron de echarle tierra al
paramilitarismo, pero en eso también tienen que ver las Cortes: recuerdo cuando
el magistrado Iván Velásquez adelantaba una seria investigación sobre ese
movimiento ilegal y sus financiadores y… fue removido del cargo. Y así pasó con
todos quienes intentaron develar las fuentes que nutrían a esos sembradores de
muerte y sus alianzas con la fuerza pública, gobiernos y empresarios. ¡Sí que
tienen para contar historias las bananeras! ¡Sí que guardan historias los muros
de la Brigada XVII!
Para nadie es un secreto, menos para quienes nos movimos en el campo
periodístico, que muchos bananeros y empresarios de Urabá apoyaron a los paras
y su accionar (solo recordemos acá a un columnista del diario El Colombiano con intereses en esa región, respaldándolos en sus
columnas). Cómo explicar además que las autoridades locales y del departamento no conocieran nada del financiamiento a los paras.
De nuevo las miradas apuntan al expresidente Álvaro Uribe Vélez y la
creación de las Convivir en su periodo como gobernador de Antioquia,
transformadas en las máquinas de muerte en que se convirtió el paramilitarismo.
Y apuntan porque fueron fuertes en Urabá y, además, porque de nuevo el otrora
cabecilla paramilitar, Salvatore Mancuso, insistió en que sí se reunió con él y
contó detalles del macabro asesinato colectivo de campesinos en El Aro, en
Ituango, Antioquia. Volvieron a sonar las hélices de un helicóptero de la
Gobernación de Antioquia sobrevolando la región mientras los paras acribillaban a los habitantes
de ese apartado y pequeño poblado. Una historia que, igualmente quienes hemos
trasegado en los medios, escuchamos desde que ocurrieron los hechos. (Como cosa
rara, testigos de primera mano fueron silenciados a punta de bala).
Alguna vez dijimos que desde que dejó la Presidencia, Uribe se dedicó a
blindarse contra cualquier posible acusación por supuestas relaciones con los
paras. Para ello asumió un liderazgo en su movimiento político y recorrió la
geografía nacional para mostrarse como el gran líder interesado en los
problemas del país, fuera de que, como fue su costumbre de presidente, lanzaba
globos que desviaran la atención cada que se le acusaba.
No en vano hoy el Centro Democrático se desgasta en comunicados de toda
clase para intentar desvirtuar las acusaciones contra su jefe y todo eso
explica además la férrea oposición a la Comisión de la Verdad, a la Jurisdicción
Especial para la Paz y al regreso de Mancuso. El temor a que aflorara
información que era conveniente mantener tapada ha sido evidente. Y lo que ha
salido a la luz pública de inmediato es contratacado con argumentos no pocas
veces inverosímiles.
Lo cierto es que en este tema falta mucho por conocer. No creo que la
justicia ahora sí vaya a meterle el diente. Es que hay demasiados untados con
la sangre de miles de inocentes caídos en las repetidas masacres como las de
las fincas bananeras y cabeceras urabaenses en esa terrorífica alianza de
paras. Fuerza pública, gobernantes y empresarios.
Lo de Chiquita Brands es solo la punta del iceberg, pero debajo hay un
grandísimo bloque de verdades que algunas fuerzas buscan tapar para siempre.
Maullido: ¿Será que está cerca la primera condena contra el exalcalde de
Medellín, Quintero Calle?

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