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Del porqué los pobres se clavan el puñal

 



Derecha, izquierda o al revés. No se decide el mundo. Francia podría girar a la derecha más de lo que ha girado en las elecciones europeas, mientras el Reino Unido se aferra a una izquierda moderada -los laboristas- propinándole al conservatismo el peor golpe en 200 años.

Colombia giró a la izquierda moderada con Gustavo Petro, lo que le ha valido la más férrea oposición de un establecimiento acostumbrado a reinar durante dos siglos, con pequeñas y débiles incursiones progresistas. Y en la izquierda se mantuvo México

Pero así se mueve el péndulo en infinidad de países donde queda algo de democracia, que cada día es más difícil de definir: Argentina, Ecuador, Perú y países del oriente de Europa.

El caso más notorio, tal vez por lo que representa, es el de Estados Unidos, cuyo electorado da giros extremos cada cuatro años (¿dónde queda el centro allá, para los que dicen que existe?), en una radicalización tan evidente que podría resultar presidente no solo un rico maleducado y excéntrico, sino un evasor y hasta delincuente.

¿Por qué no se ha encontrado un sistema más perfecto para gobernar? Los ciudadanos siempre se han movido por sus intereses personales, y como masa lo que genere mayores inquietudes.

La derecha enfoca hoy el desarrollo con énfasis en la protección del capital, la inversión privada, la disminución del Estado y la reducción de los programas sociales, asegurándose de mantener un status quo que impide que los menos favorecidos salgan más rápido de la pobreza y avancen.

El progresismo y la izquierda le otorgan mayor valor a los programas sociales, a asegurar un mínimo para que todo ciudadano viva con mayor decencia, buscando para ello la progresividad en los impuestos.

Pese a que las diferencias son claras, es increíble que muchísimos ciudadanos entre los sectores menos favorecidos, voten por la derecha. Y es que entran a jugar otros factores, situaciones del momento. En Europa y Estados Unidos el freno a la inmigración, que muchos consideran los afecta y cuya restricción es secundada por la derecha, inclina la balanza; pero también el devenir de la economía: desempleo e inflación como factores más importantes. Además se recurre a creencias religiosas, como en el tema del aborto y el de las minorías LGTBIQ que siguen generando división en países latinoamericanos tradicionalistas y una enconada lucha en territorio estadounidense.

Si bien hasta ahora no se consolida la derecha en todas partes dentro de ese vaivén ciudadano, sí ha logrado que desde los años 80 se recorten los impuestos a los más ricos y se les concedan mayores exenciones.

A ello no somos ajenos. Miremos cómo cada reforma tributaria de este siglo ha significado exenciones para el gran capital. Incluso la del gobierno Petro no pudo obtener todo lo que buscaba para lograr una mayor equidad impositiva y, por ende, social.

Las reformas en marcha en el país evidencian esa puja eterna entre el capital y la fuerza laboral. La pensional, que casi no pasa porque reduce beneficios a los grandes grupos económicos que juegan con el dinero del ahorrador; la laboral, que el capital considera le disminuye ganancias al tener que conceder más al trabajador (recordemos la reforma de Uribe, que cercenó tantos derechos laborales con el mensaje de que así se generaría empleo, que nunca llegó). Y la de salud, que también pone en cintura a grandes empresas aseguradoras.

Derecha e izquierda, derecha o izquierda, el desgaste por esa eterna disyuntiva y el asombro que produce que millones voten por quienes les garantizan seguir en la pobreza o con menor calidad de vida.

Maullido: Quintero Calle está como Uribe: condenado por la menor de las acusaciones.

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