No me quedan dudas que la sociedad capitalista neoliberal es la sociedad del maltrato, donde lo que más importa es la productividad y no quienes la generan. Un comportamiento que se ha normalizado, que se acepta y que muchos promueven con esa falsa premisa de que así se forman personas. La vieja frase de las escuelas: la letra con sangre entra.
El suicidio de la joven médica de la Javeriana en
Bogotá, Catalina Gutiérrez, duele mucho. Y duele mucho porque a los superiores
de los maltratadores poco les importa lo que estos hacen, con tal de que
entreguen resultados.
Hace poco una persona que conozco, mujer joven, tras
varios años en una empresa, estaba en busca de un nuevo trabajo que le
ofreciera mejores condiciones. En la empresa donde trabajaba tenía a cargo algo
más de 50 trabajadores sin problema alguno.
Acudió a una entrevista en busca de ese nuevo empleo.
De una le dijeron que la descartaban: su voz es delgada, muy suave y a sus
entrevistadores les pareció que así era imposible ser jefe. Entonces se
pregunta uno si lo que buscaban no era un capataz que gritara y maltratara a
sus subordinados como única manera de hacer que produzcan más.
Hace mucho me llama la atención la cantidad de
seminarios, conferencias, capacitaciones en las que se promueve una mayor
productividad, pero nunca nos hemos preguntado a costa de qué. Sabemos todos
por experiencia propia que muchos se tragan el maltrato porque necesitan el
dinero.
(En donde trabajé muchos años también tuve jefes
maltratadores, que siempre contaron con el respaldo de los dueños de la
empresa).
Sí, hay que producir como sea. Y eso incluye, en no
pocos casos, además del abuso mental y físico del trabajador, el abuso salarial
al negar prestaciones, horas extras o dominicales.
En el caso del sector salud es casi una constante el
abuso de los estudiantes, estén en rotación en los hospitales (estudiantes de
pregrado) o en residencia (en especialización). Tengo también una persona muy
cercana que se encontró en una clínica un internista muy maltratador. La
universidad, en el sector de El Poblado (Medellín), siempre lo respaldó, aunque además de
abusador era mal profesional por los errores que cometía.
Pero el problema no es de esa institución. El maltrato
es en todas las facultades de Medicina y sus centros médicos adscritos:
jornadas de 12 y hasta 24 horas, estudiantes sometidos a burlas o gritos, a
humillaciones, sin tiempo para el descanso.
El maltrato lo tenemos institucionalizado. No es
aventurado decir que todos conocemos casos de un empleado que casi no tiene
derecho a ir al servicio sanitario, que la comida se la tiene que tragar a las
volandas o que debe hacer turno de pie, situación demasiado común en el sector
comercio con dependientes y cajeros. Muchos no tienen derecho ni a una cita
médica.
Y no se trata de no exigir. Se trata de respetar al ser humano, que merece consideración y estar en las mejores condiciones posibles, esas que se reservan muchos jefes para ellos.
En aras de una mal entendida productividad, de un
deformado concepto de formación, se ha vuelto norma generar y aceptar el
maltrato, que es más grave cuando los dueños o altas cabeza de la empresa lo
conocen y lo permiten.
Una práctica que deja huellas psicológicas y afecta la salud mental y física, pudiendo derivar en muerte o suicidio.
No, no es así como se dirige a subordinados. No. Tampoco
es como se forman profesionales. Una práctica que no solo merece rechazo sino
ser denunciada, sea cualquiera la situación.
Maullido: muy bien una prensa pendiente del escándalo
de la Ungrd, pero me pregunto porqué no hizo lo mismo con Odebrecht.

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