Tan parecidos Colombia y Venezuela en sus políticos y máximos
gobernantes. Es que el proceso electoral venezolano y todo lo que se ha
desatado tras los cuestionados resultados, permiten establecer un paralelo
llamativo, por decir lo menos.
Es que las ansias de poder, que se disfrazan con frecuencia como
servicio a la patria y a los conciudadanos, son iguales aquí y allá.
Nicolás Maduro parece que será un presidente eterno, como presidente
eterno llaman los uribistas al creador de ese movimiento que los aglutina, el
Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez. Simpático, ¿o?
Es común que esa eternización se deba al miedo a ser juzgados por los
exabruptos durante su mandato, si no es que se trata de conductas
delincuenciales como volver las armas contra el pueblo.
Pero bueno. El caso es que acá también Uribe quiso perpetuarse en la
Presidencia, con el estribillo poco creíble de que había que terminar lo que
había comenzado su seguridad democrática en la lucha contra los movimientos
guerrilleros.
Así, sus congresistas, que lo ven como un dios que para servir a los
demás se hizo humano, cambiaron la Constitución para que se reeligiera. Y lo
lograron y lo logró, gracias a una ciudadanía obnubilada por las derrotas a la
guerrilla en ciertas regiones, pues a instancias de Uribe la prensa al unísono
hizo ver a todos que en el país no había amenaza más grande que las Farc y que
él era el divino redentor.
Maduro ha hecho lo mismo, aunque bajo circunstancias e ingredientes
distintos: la represión a la oposición para quedar como único y legítimo
heredero de la Presidencia.
Uribe quiso perpetuarse también, pero acá sí hubo control efectivo y
aunque se recurrió a medios ilegales no pudo. Por él pagaron subalternos
condenados luego por esas prácticas contra la ley.
Ambos, Maduro y Uribe, han dirigido las armas contra el pueblo. Dicen
que son más de 10 000 o hasta 19 000 venezolanos asesinados por oponerse al gobierno.
En Colombia fueron más de 6400 ciudadanos, gente pobre, del campo o enferma,
asesinada por las armas oficiales en esa locura desatada desde la Casa de
Nariño para acabar las Farc a cualquier precio.
Hay otras similitudes. Informes de prensa, cuya credibilidad es difícil
de confirmar, aunque no es extraño que así haya ocurrido, hablan del
enriquecimiento del séquito cercano a Maduro, que han logrado grandes
dividendos con los recursos del petróleo y otros bienes.
Pues en Colombia ha sido tradición el clientelismo y favorecimiento a
los amigos y financiadores del régimen, pero en medio de todo hay un caso
llamativo, que se vuelve a ventilar de tanto en tanto: los hijos de Uribe y el
súbito enriquecimiento con medidas y acciones que parece los favorecieron, como
el extraño asunto de la zona franca en Mosquera, Cundinamarca.
¿Cierto que tienen un parecido en sus prácticas? Sí, pero se odian.
Estos comicios venezolanos han dado para muchos otros temas, como el de
los uribistas: críticos en un comienzo de la migración de venezolanos a nuestro
país, hoy se desviven por ellos y lamentan a los gritos la trampa o poca
claridad en la reelección de Maduro porque ¡pobres venezolanos!
Y despotrican del dictador venezolano (quien se perpetúa en el poder lo
es, así gane unas elecciones cuestionadas que niega participación de los
opositores), con un alzheimer selectivo enorme: eso fue lo que quiso hacer su
jefe, como vimos.
El uno para el otro. La política, con frecuencia, tiene mucho de
circense.
Maullido: habla más el alcalde de Medellín, Fico Gutiérrez, sobre decisiones
del gobierno nacional, que sobre lo que pasa en la ciudad bajo sus narices.

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