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¿Es mejor tener hijos o tener... gatos?

 

Foto Needpix

¿Deberían las mujeres dedicarse más al hogar o al menos a tener más hijos? ¿O con tener perros y gatos es suficiente?

El tema se calentó. No solo el Papa Francisco en mayo pasado pidió un mayor compromiso para aumentar la natalidad (“no faltan perros y gatos, faltan hijos”), sino que a JD Vance, ahora que es candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos por el partido Republicano, se le recordaron sus palabras de 2021: “Estados Unidos está gobernado por señoras con gatos y sin hijos”.

El problema de la natalidad es real, ¿pero es problema de los gatos?

La sociedad ha cambiado, y mucho, en los últimos 60 años. La mujer no es la misma y sus roles en la sociedad son distintos a los que por centurias le impuso el patriarcado.

Dice el Papa que “El Viejo Continente se transforma cada vez más en un continente viejo, cansado y resignado”. En Colombia misma, según datos del Dane, la tasa de natalidad es ahora de solo 1.2, que no da ni para el remplazo de la población (2,1 hijos por mujer). Y claro, la primera inquietud que surge es quién va a pagar las pensiones en unas décadas.

¿Se debería incentivar la natalidad? Hay países que ya lo hacen, como Corea del Sur. Y China, tras su férrea política de control, ahora incentiva también a tener más hijos: hay menos chinitos de los que desearían por razones económicas.

Pero la solución no es tan sencilla. La mujer ganó en independencia y tiene otros objetivos aparte de tener y cuidar hijos. El mundo ofrece muchas más posibilidades que andar encerradas en casa (el cuidado todavía depende mayoritariamente de ellas) o llevando niños a actividades culturales o deportivas, y recogerlos en las escuelas.

Levantar un hijo requiere mucho dinero, que no sobra hoy y las ayudas estatales son mínimas en este sentido.

El mundo también cambió al entender que los animales no humanos son seres sintientes que brindan compañía y cariño y merecen protección. Cada vez se desdibuja más esa mirada antropocéntrica que ve al humano como el máximo exponente de la evolución (creación todavía para muchos), puesto acá por un dios para mandar sobre todas las demás criaturas y disponer a voluntad de ellas.

Es, entre otras razones que se pierden en siglos y milenios pasados, por lo que perros y gatos llegaron a ser miembros importantes de las familias e individuos. Ante las nuevas realidades sociales y el desarrollo tecnológico, para muchísimas personas ocupan un lugar importante en su corazón en en su vida diaria (más allá de las preguntas éticas sobre el cómo y la dependencia mutua animal no humano-persona). Brindan a mujeres y hombres satisfacción, cariño, alegría y suplen necesidades afectivas también.

En una revista neoyorquina, una madre se dolía de haber descuidado su gato cuando nació su hijo. Los internautas le reprocharon no tener un amor infinito para atender a ambos. Pero atender es una cosa y cuidar es otra que requiere mucha dedicación (y hay que considerar la carga laboral moderna).

‘Cambiará la tendencia? No creo. Estamos en un mundo en el cual cada quien quiere vivir su vida a su manera, sin tantas ataduras. El problema pensional y el remplazo de la población no es tema que a muchos les incite reflexiones.

Así que poco importa lo que piense un candidato en Estados Unidos ni lo que pida el Papa a los católicos sin contar con las mujeres.

Hay mucho espacio todavía para perros y gatos en las familias, con y sin hijos y en los hogares unipersonales. Muchas razones para que así sea.

Nota: vale recordar la existencia de un Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria, fundado por Les Knight que pregona no procrear para que así solita se acabe la especie, convicción basada en la llamada ecología profunda que cuestiona la supremacía humana y sostiene que todas las especies son igual de importantes.

Maullido: la Procuraduría podría quedar de nuevo en manos de politiqueros baratos para hacer la vida imposible a sus opositores.

 

 

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