No podía ser mayor la torpeza de los miembros de la Comisión de
Disciplina de la Dimayor con la sanción al club Atlético Nacional y al Estadio
Atanasio Girardot. Por donde se le mire es traída d ellos cabellos y no se
entiende cómo personas que uno supone pensantes actuaron con tanta desfachatez.
Contrario a lo que se hace en el resto del planeta, acá todavía se sigue
sancionando al cemento y no a los responsables del mal comportamiento en los
estadios (en lo que cae también el alcalde Federico Gutiérrez, amante de todo
lo que sea castigo a diestra y siniestra).
No se individualiza a los delincuentes, porque eso son quienes atentan
contra la seguridad y la vida de otras personas en los estadios. Andan libres,
tranquilos y contentos, porque en el caso de los del Junior de Barranquilla, lograron
que a su equipo le dieran en el escritorio lo que perdía con merecimientos en
la cancha.
El fútbol es en muchos países, en la inmensa mayoría de Occidente cuando
menos, que más personas convoca. La gente va a divertirse y es frecuente que acuda
con familiares y amigos. El juego desata pasiones, pero casi nunca se traducen
en hechos lamentables. A esas decenas de miles de personas que van a pasar la
tarde o la noche fue a los que sancionaron, no a los delincuentes que con cuchillo
en mano causaron zozobra en el Atanasio.
Resulta ilógica una suspensión de seis fechas, que atenta contra la
estabilidad económica de una institución, representativa de una ciudad y región,
y de buena parte de sus habitantes. Una afectación que puede llegar hasta la
misma entidad sancionatoria, pues la Dimayor existe por los equipos.
En lo sucedido en el encuentro entre Nacional y Junior hay hechos
demasiado claros, que por la torpeza de los miembros de la Comisión no se tuvieron
en cuenta. La trifulca la comenzaron los hinchas de Junior. Hubo respuesta de
aficionados (delincuentes) de Nacional. Estos no fueron los únicos que blandieron
navajas y cuchillos. Al Junior se le sanciona apenas una tribuna, pero no se
individualizan los hinchas causantes del desorden.
La decisión de la Dimayor abre la ventana para que hinchas generen
violencia a fin de cambiar el resultado de un encuentro. Ya hemos visto los
desmanes, por ejemplo, de barras del Deportivo Cali, que tiene la necesidad de
sumar munchos con urgencia. Igual podría suceder con los demás que están en
zona de descenso.
Si estos hicieran suspender el partido en que su equipo vaya perdiendo
de visitante, dudo que le den los tres puntos como ahora se los dan a Junior, y
esto lleva a pensar que es una persecución contra el conjunto antioqueño. Es
que no es una sanción, es una venganza.
Ahora, llama la atención otro punto: la Dimayor ayudó a que les sacaran
del bolsillo dinero a hinchas en una frustrada carnetización dizque para evitar
la violencia. Miles se carnetizaron, pero nunca operó el sistema. Una entidad
negligente, que no fue capaz de ayudar a mejorar la seguridad en los estadios,
sanciona por violencia en ellos. Como para Ripley.
En varias plazas ha habido en los últimos 10 años desórdenes graves y
nunca la sanción fue del tenor de la aplicada a Nacional.
En Medellín, asimismo, ha existido negligencia de la Alcaldía, que no ha
contribuido con la seguridad como debería ser. Es estúpido dejarles a unos
jovencitos, los de logística, mantener el orden. Es que no es su función y no
tienen cómo cumplirla. Y afuera de los estadios son inservibles los anillos de
seguridad o la vigilancia que se presta.
Cerrar los estadios nada soluciona. No es mensaje para los violentos ni
método de disuasión. Y nadie dice que no deba existir alguna sanción para
Nacional y Junior, solo que para el equipo verde fue desproporcionada y la de los
tiburones genera risa toda vez que el enfrentamiento fue muy claro entre barras
de los dos.
Pero bueno, en este país es claro que tenemos que acostumbrarnos a las frecuentes
estupideces de quienes manejan diversas instituciones.
Maullido: valiente para señalar a los demás, pero demasiado cobarde para
enfrentar a la justicia. Así es Álvaro Uribe Vélez.

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