Como caído de la estratosfera
llegó para Colombia el Premio Nobel de Economía a investigadores sobre la
desigualdad de ingresos entre países, y que uno de ellos, James Robinson haya
trabajado tanto el tema en nuestro país.
Podría ser un empujón para
desarrollar mejor el Estado y crear instituciones fuertes, y planificar mejor
el desarrollo nacional y la inclusión de sus ciudadanos para disminuir la
desigualdad.
Como se desprende del
trabajo de Robinson, nuestras instituciones no son adecuadas para impulsar el
desarrollo y el progreso de los colombianos. SE moldearon desde la Colonia y la
Independencia y los primeros pasos republicanos, y responden a los intereses
del centro. Desde allí, la periferia siempre ha sido relegada. Robinson afirma
que si se va al Pacífico o a los Llanos “encontrarás personas aisladas del
Estado, privadas de sus derechos”. Es medio país el marginado. No ha existido
interés en atenderlo y cuando se ha dado es con migajadas, como lo ha expuesto
Jorge Orlando Melo en sus historias sobre Colombia, situación que bien describe
también Juan José Hoyos en El oro y la sangre, de una comisión del Estado
central que tenía que ir a Chocó a resolver un problema por el oro, y
cuyo interés estaba en que la visita quedara en las estadísticas nada más.
Una situación eterna: el
gobierno atendió en sus primeros meses el paro de mineros del Bajo Cauca, que
ahora irán a paro de nuevo por lo de siempre: incumplimiento. Se incumple
porque las instituciones no son eficientes ni están creadas para servir al ciudadano
y atender sus necesidades.
Hace unos días el gobierno
se tomó el corregimiento El Plateado, en Argelia, Cauca, importante para el grupo
delincuencial EMC liderado por Iván Mordisco, y una muestra actual,
incontrovertible, del abandono al que han estado sometidas las regiones. El
grupo estaba allí hacía seis años.
Ahora se proyectarán y tal
vez se construirán vías, darán créditos para sustituir cultivos ilícitos, mejorarán
las escuelas y el puesto de salud, pero ¿qué instituciones van a sostener todo
eso, cuando, por ejemplo, el sistema hospitalario público de esa periferia fue
abandonado durante décadas por las instituciones del Estado?
Decía hace años el
sociólogo francés Danel Pécaut, otro estudioso del país, que “El problema es
que Colombia nunca ha tenido una visión de nación, no sabe que existe como
nación…” Robinson sostiene que el actual gobierno (como ha sucedido con los
anteriores) carece de estrategias para cambiar a Colombia, ante lo cual el
presidente Gustavo Petro trinó que sí la tiene, la reforma agraria.
Pero volvemos a lo mismo:
¿qué instituciones mantendrán y la solidificarán a futuro? No se ven. Las
existentes son ineficientes, como el mismo Ministerio de Agricultura.
Mientras tanto, las pocas
reformas propuestas en beneficio de los excluidos, de las mayorías, son
atrancadas y negadas en un Congreso en el cual las mayorías parlamentarias
están al servicio -siempre lo han estado- de los grandes poderes económicos y de
los poderes locales y regionales.
Se acaba de negar, por
ejemplo, el contrato rural para garantizar un ingreso digno al campesino. Como
siempre, dice la derecha que “no es el momento”, “perjudicará a los mismos
campesinos”, generará desempleo”, “quebrarán empresarios”. Nunca se puede. Todo
se concede, cuando se da, a cuentagotas, como favores de unas castas privilegiadas.
Recordemos los trinos
recientes del expresidente Álvaro Uribe quejándose por prediales altos (siempre
fueron muy bajos para los terratenientes), y afirmando que darles más horas nocturnas
y pagos plenos de dominicales a los trabajadores., es una venganza contra él,
que afectará al empresariado.
Sí, el Nobel a Robinson y
colegas sería una oportunidad para repensar qué nos impide progresar con
celeridad, qué hace que millones de colombianos permanezcan ignorados para el
Estado, cómo hacer que las instituciones estén presentes y respondan tanto en
Andagoya (Chocó), como en Cumaribo (Vichada), en Uribia (La Guajira) y… en El
Plateado.
Pero no. El sistema está
hecho para que no funcione bien y mantener el estatus quo. Y salir de ahí no es
nada fácil, menos con políticos cuyo principal trabajo es evitar que las cosas
cambien.
Maullido: algún día Israel
pagará caro lo que ha hecho a los palestinos.

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