Que Donald Trump ganara las elecciones en Estados Unidos era una buena
posibilidad, pero nadie creía que por gran margen. ¿Qué pasó? O, mejor, ¿qué
pasa? Y no vamos a hacer un análisis de porqué ganó uno y perdió Kamala Harris.
No. Pero hay algunos aspectos que merecen la atención.
¿Cómo puede ser elegido presidente con gran respaldo una persona cuestionada
legalmente, culpable en varios casos criminales, con más investigaciones en
curso, quien además es misógino, racista y un supremacista blanco? Alguien que
condenado a pagar una enorme suma por un juez, recibió de inmediato decenas de
millones de toda clase de aportantes.
No es fácil digerir el respaldo obtenido. Votaron por él muchos negros,
pese a su racismo, y muchas mujeres negras. Lo hicieron extrañamente los
latinos, millones de ellos migrantes ilegales en un principio, pese a las
frases xenófobas continuas y a la promesa de expulsar millones.
Lo eligieron también millones de pobres, aunque anuncia recorte de impuestos
a los más ricos y aumento de aranceles que encarecerán las importaciones.
Parece claro que a los estadounidenses les parece poco relevante elegir
un delincuente como protesta por la inflación que afecta su bolsillo. Tampoco
les importa mucho la amenaza que Trump puede representar para su sistema
democrático, algo que enfatizaron los demócratas, que no sabían lo poco que
interesaba el tema al común de las gentes.
¿Cómo votan tantos jóvenes por él?
Todo esto sugiere dos situaciones: la gente está desencantada con la
forma como ha sido gobernada, en particular en el manejo de la economía y, dos,
la democracia está en problemas, porque no es solo en Estados Unidos.
Que la gente está desencantada con sus gobiernos lo tuvimos como ejemplo
en Colombia durante el gobierno de Iván Duque, las grandes protestas que
vivieron todas las regiones. Los jóvenes no ven un futuro claro con desempleo
alto (mayor que en otros grupos poblacionales), con una precarización laboral
que dificulta satisfacer las necesidades básicas y una educación que no
responde a sus expectativas.
La democracia está cuestionada, incluso en países gobernados por una
izquierda sorda y encerrada en sí misma. Y en ello tiene que ver, seguro, un sistema
neoliberal, un capitalismo que no ha respondido a todos por igual y que ha
ampliado la brecha entre pobres y ricos, una desigualdad agobiante que aumenta
las frustraciones.
Una realidad dura, agravada por gobernantes que no saben leer su
entorno, lo que quiere y dice el ciudadano de a pie, y encerrados en una
burbuja gobiernan a la distancia, favoreciendo la corrupción y olvidando a
amplios sectores de la población.
Entonces la gente protesta con su voto contra el sistema, contra los gobiernos
que no son capaces de resolver sus necesidades y no le importa elegir a alguien
que, al final de cuentas, puede ser indigno o cuestionado para el cargo, pero
con la esperanza de que les mejore su vida.
Se ha visto ya en otros países, pero el caso estadounidense es un ejemplo
contundente en el país que se precia de ser la mejor democracia del mundo.
Maullido: el juez del caso lleva más de tres años sin dar un fallo sobre el
acusado de paramilitarismo Santiago Uribe Vélez. Algo muy extraño.

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