Abundan, cada vez hay más. Esos llamados influenciadores que viven de la
actividad en redes sociales, que los siguen decenas o cientos de miles por lo
que hacen, por lo que dicen.
Son muchos contratados por el gobierno de Gustavo Petro en distintas
dependencias, incluso para cargos para los que no parecen aptos. Pero la idea
es que influyan en otros. Hay dos problemas serios: el gasto en ellos es muy
alto y, dos, la forma como transmiten.
Hasta 2024 el gobierno había gastado más de 131 000 millones en
publicidad, tres veces más que el derrochón Iván Duque. Demasiado dinero para
tratar de cimentar un gobierno cuyas ejecutorias deberían hablar por él.
Lo otro: esos influenciadores se dedicaron a insultar y atacar a quienes
controviertan al gobierno. Ataques feos, soeces. Y lo que informan con
frecuencia es controvertible y raya en falsedades. No han logrado el tono.
¿Se justifica?

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