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Porqué la OCDE tenía razón sobre Colombia

La pobreza monetaria se ha reducido, pero tener las garantías de una vida plena sigue siendo un sueño muy lejano para millones de colombianos. Imagen de la zona centro oriental de Medellín, con viviendas informales casi conquistando la cima de la montaña. Foto RVG
 


Una de las buenas noticias del año pasado fue la reducción de la pobreza monetaria en el país, que bajó del 13.8 % en 2022 al 11.4 % en 2023 y eso significa que 1 600 000 colombianos salieron de ella. Es decir, tienen dinero para satisfacer la canasta familiar mínima.

La cifra por sí sola es muy positiva. Hoy hay quienes pueden comer más, aunque hay algunas consideraciones de por medio.

En el fondo esas personas seguirán siendo pobres. Un informe de hace cinco años largos de la OCDE indicaba que en Colombia se requerían 11 generaciones para que los más pobres alcancen un nivel similar al d ellos demás países miembros de esa organización.

Desglosemos un poco y seamos realistas. Quienes salieron de la pobreza monetaria no tienen asegurada una buena educación desde la infancia a la universidad, tampoco salud plena y oportuna, menos una vivienda digna, ni oportunidades y espacios para una recreación sana y plena. Consideremos que hoy con dificultades pueden acceder a la web pero el provecho que le sacan no es el mejor.

Entonces, existe la voluntad y es importante disminuir el hambre. De hecho, se le tiene que abonar a este gobierno de izquierda; uno de derecha no lo hubiera hecho o tal vez en menor cantidad.

Son diversos los factores que inciden para que tome tanto salir de la pobreza. Comencemos con que casi nunca hay recursos suficientes. Eso es claro. Hoy mismo se están recortando muchos programas sociales y de inversión por déficits, y eso dificulta acelerar el progreso a una vida más plena. Y no es una circunstancia actual, sucede con frecuencia. Hasta se recortan dineros para la salud, que sin ella nada se tiene.

No se depende solo de la voluntad del gobernante. Hay muchos factores externos. El plato está servido sobre la mesa: el presidente de Estados Unidos, Trump, ordenó congelar ayuda a los países y sufren muchos programas que de verdad ayudaban a personas necesitadas.

Habrá cambios de gobiernos, las prioridades serán otras, con frecuencia orientadas en fortalecer a quienes poseen el capital, que se cree es la base del avance social pese a que la desigualdad persiste y hasta aumenta, y se ahonda la brecha entre quienes más tienen y aquellos que carecen de casi todo.

Debemos considerar que este es un país donde abunda la corrupción (sí en muchos otros también, pero nos interesa el nuestro) y el Estado parece confeccionado para que nunca se acabe y se chupe cuantiosos recursos que deberían ir a brindar mejores condiciones de vida a millones de colombianos.

Recordemos que en la derecha muchos entienden el desarrollo con dos frases lapidarias: “trabaje, vago”, o “quiere todo regalado”, que describen muy bien el énfasis que le dan a quienes más riqueza acumulan.

Tenemos de ñapa otro asunto que dificulta al máximo que las acciones lleguen hasta determinadas regiones y poblaciones: la violencia a cargo de diversidad de grupos, atizada por el negocio de la coca y otras actividades ilícitas. Es en parte responsable del atraso en el que se mantienen numerosos pueblos y sus habitantes.

Ha habido avances, pero el camino es largo por todo eso que hay de por medio. Creo que mejor un gobierno que se interese por lo social que otro que no, pero los avances son pequeños frente a todo lo que se necesita.

Concepciones del desarrollo y de la vida misma muy distintas entre quienes detentan el poder o pueden acceder a él. Y si se diera la casualidad, porque hoy parece eso, simple casualidad, que viniera una seguidilla de gobiernos interesados en disminuir la brecha y mejorar la calidad de vida de esos millones, seguirían enfrentados a los avatares del destino, a políticas y decisiones externas, a la corrupción y la violencia que nos carcome.

Con todo esto en discusión, a veces no es sencillo mantener el ánimo viendo y sintiendo en carne propia tantas necesidades.

Maullido: no quedan dudas de que en La Escombrera el Estado colombiano, en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, asesinó a muchos ciudadanos.

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