Me queda claro que tras el Consejo de Ministros televisado hay dos
grandes temas que se desprenden y que tienen incidencia en el futuro inmediato
del gobierno y, a mediano plazo, en la izquierda.
Uno es de un gabinete con serios problemas en su conformación, en el que
está rota la comunicación entre sus miembros y de estos con el mismo presidente,
independiente de la necesaria protesta por el nombramiento del cuestionado,
misógino e investigado Armando Benedetti como jefe de despacho, y ante la tozudez del presidente de tenerlo cerca.
No hay colaboración entre ministerios, como en el caso de la toma de El
Plateado y la falta de acciones conjuntas para llevar Estado a la región, y la
ejecución de varios no es la mejor por diversas circunstancias, en lo que con
seguridad tiene que ver la designación de personas que poco conocían de la
cartera asignada pero que son cercanos a los afectos del presidente Petro.
En el Consejo y luego de este, volvió a relucir lo difícil que es comunicarse
con Petro. No dan citas, situación de la que hace dos años habían hablado las
primeras ministras en salir, Patricia Ariza y Cecilia López. Un problema desde
el comienzo del gobierno.
Y si bien pudiera pensarse que al presidente lo ven en los Consejos de Ministros y otras citas, vimos todos que no deja terminar exposiciones e impone puntos de vista sin posibilidad de análisis. Bien lo dijo el director de Planeación Nacional, Alexander López.
Y en medio de todo, no se permite el
disenso, base para ampliar conceptos, puntos de vista y tomar mejores
decisiones.
Fue tajante en el tema de la renovación del contrato del fracking de
Ecopetrol en Estados Unidos, ordenándose algo que ni fue analizado.
Esta improvisación ha sido notoria desde que se ganó las elecciones. Petro
pidió a los alcaldes disponer lotes para construir universidades y estas nunca
llegaron, porque una universidad es más que un terreno y muros.
O cuando habla de proyectos férreos en diversas regiones, pero lo cierto
es que ni el ferrocarril a Chiriguaná se ha podido licitar y no será fácil
entonces que se ejecute en este gobierno.
También me vienen a la cabeza las decisiones de no cobrar SOAT ni peajes,
decisiones a la ligera que luego tuvieron su alto costo.
Es decir, no hay un programa progresista común y claro. Es al vaivén del momento.
Todo esto significa que se eligió más a una persona con convicciones de
izquierda que a un partido con una plataforma de izquierda que no varía al son
de las emociones y circunstancias del día a día. Y este es el segundo tema que
me quedó claro.
Creo que Colombia, su desarrollo y sus ciudadanos más necesitados
requieren un gobierno de izquierda, pero bajo otros supuestos. Los de derecha
se preocuparon más siempre por las capas más pudientes de la sociedad y si
recuperan la Presidencia harán más de lo mismo.
Pero se está perdiendo la oportunidad, más cuando se carece de
autocrítica y todo lo que diga y haga el presidente les parece bien a sus
seguidores inmediatos y a los congresistas del Pacto Histórico. Esto será
aprovechado por las fuerzas políticas de siempre para buscar el regreso al
poder. Hoy hay más Petro que partido de izquierda.
No podemos desconocer que ha habido cosas muy positivas, logros en la
atención a aquellos ciudadanos, en la distribución de tierras, en el respeto a
los derechos humanos, la dignificación de las Fuerzas Armadas, en la
estabilidad de muchos indicadores económicos, y muchos más, pero creo que se
podía haber hecho más y tenido más impacto de haber existido coherencia, de haber tenido un gabinete
por méritos y de haber permitido la comunicación fluida en todos los niveles
del gobierno.
En estos 18 meses que quedan habrá logros, pero no creo que el panorama
general cambie. Y de mira a las elecciones, clara es la pobreza franciscana en candidatos fuertes que encarnen los ideales, valores y principios del progresismo-izquierda.
Maullido: el gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, intentó hacer una encerrona a la comunidad opuesta a la minería en Suroeste y salió abucheado y trasquilado.

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