A países como Colombia, salvo en este cuatrienio, siempre la han
gobernado los ricos. Familias de políticos que se turnan, todas enraizadas con
el gran capital, al cual le devuelven con creces los favores de clase.
Por eso, la disminución de la pobreza es tan lenta y la ampliación de
las desigualdades tan veloz.
Pero ahora se entroniza el gobierno de los ricos en el país más poderoso
del mundo, o al menos el más bravucón.
No solo, como lo expresamos hace poco, es que el presidente de Estados
Unidos, Donald Trump eligió gobernar hombro a hombro con el hombre más rico del
planeta, el gringo de origen sudafricano, Elon Musk, sino que los otros más
ricos se le sumaron. En su momento fueron los dueños de las grandes empresas
tecnológicas, como Mark Zuckerberg, de la gigante Meta, Sam Altman de OpenAI, pero
se han ido sumando más y más.
Para ajustar, design en su gabinete a billonarios. Estos tienen una riqueza
de más de US$383 000 millones, más alta que el Producto Interno Bruto de 172
países.
Otro de los superbillonarios, Jeff Bezos, el dueño de Amazon, no solo
había dado puntadas en la etapa electoral al impedir que su poderoso periódico,
The Washington Post, fijara una posición editorial sobre el candidato de sus
preferencias, rompiendo una larga tradición, sino que ahora ha ordenado que en
la sección editorial solo podrán publicarse artículos de quienes defiendan las
libertades individuales y el libre mercado.
El capitalismo salvaje en su máxima expresión alimentado y al servicio
del extravagante gobierno (por decir lo menos) de Estados Unidos.
Tan salvaje, que ahora los seis bancos más grandes de ese país (Bank of
America, Citigroup, Goldman Sachs, JP Morgan, Morgan Stanley y Wells Fargo) se
retiraron de la alianza con Naciones Unidas para combatir el calentamiento
global mediante la consideración del componente ambiental-climático en sus
operaciones crediticias. Ahora, sin ruborizarse, podrán seguir financiando
proyectos petrolíferos y otros que empeoran el calentamiento.
Es una aceptación más al pedido de Trump, para quien no existe el cambio
climático, otra arista que muestra cómo los ricos, los poderosos, pueden hacer
lo que les venga en gana, alentados por un gobierno claramente de y para los
ricos.
Sí, para los ricos que tendrán grandes descuentos en su carga impositiva
gracias al dinero que se ahorrará con el recorte del gasto social.
Plutocracia en su máxima expresión, que demandará de los demás países
que sigan sus designios y, en no pocos casos, que les entreguen sus recursos
naturales so pena de castigos, como lo hemos visto ya en el caso de Canadá y
China, y la amenaza directa a Ucrania. Al peor estilo del Lejano Oeste.
Plutocracia que premiará a los buenos muchachos de Occidente que tengan
cinco millones de dólares para pagar la Tarjeta Dorada para obtener permiso
para vivir en la tierra de Trump. Ricos y riqueza por todas partes.
Un ejemplo que será aliciente para las clases dominantes de países como
el nuestro, alineadas casi siempre con la derecha estadounidense, con los
republicanos, animada ahora a mantener o recobrar el poder para imponer aún más
la voluntad de los ricos y garantizar su protección no solo frente al comercio
sino en materia impositiva (al fin y al cabo son las clases bajas y medias las
que han sobrellevado el peso de los impuestos sin chistar demasiado, pues el
grito siempre lo han pegado los ricos).
En Reino Unido se acaba de formar un grupo de conservadores para imitar la plataforma Maga de Trump.
Estamos hechos.
Maullido: será un fracaso el nuevo plan para erradicar coca en Catatumbo
y los problemas continuarán.

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