Patios en la Universidad Harvard en Cambridge, Estados Unidos. Es la única institución que hasta ahora se le plantó fuerte a los deseos del presidente Trump
Lo peor del presidente de
Estados Unidos, Donald Trump, no son las tarifas a infinidad de países y la
guerra comercial con China. Lo peor son los aires de autoritarismo,
construyendo en la práctica una autocracia que imita en muchos asuntos a China,
Rusia y países como Hungría.
Es el silencio de la
opinión del otro, lo cual logran con amenazas de cortar fondos, deportar
personas y enjuiciar a quienes se opongan. Cada vez hay más hechos en esa
dirección: acallar las voces por la igualdad y la equidad, establecer una sola
educación dirigida por los pensamientos de la derecha y acorralar la prensa
independiente.
A las universidades
privadas, que reciben fondos cuantiosos para funcionamiento e investigación les
exige modificar los programas de enseñanza, actualizar las políticas de
contratación y admisión, someterlas a auditorías del gobierno y eliminar
cualquier muestra de antisemitismo, que en términos directos significa no
denunciar el genocidio israelí en Gaza, habiendo detenido con fines de
expulsión a estudiantes extranjeros que protestaban por esos crímenes.
Aunque Columbia cedió en
un principio, Harvard se le plantó y dijo que “no renunciará a su independencia
ni a sus derechos constitucionales”.
Es solo la cima de la
montaña de acciones antidemocráticas, hecho que ha envalentonado a otras
instituciones y organismos a multiplicar lo que desea Trump.
Por ejemplo, la Corte
Suprema está encaminada a permitir que los alumnos se retiran de las aulas en las
escuelas cuando se hable de temas LGBTIQ+, mientras doce estados le pedirán que
revise la autorización del matrimonio entre parejas del mismo sexo.
Además, amenaza cortar
fondos a escuelas públicas que traten temas ‘ilegales’, como los llama, de
inclusión y equidad, incluido el racismo. También a laos centros que permitan a
las mujeres trans competir en pruebas femeninas. (Recordemos que ya varios
estados republicanos prohibieron libros sobre esos temas).
Borrar al otro, a quien es
diferente y solo permitir el mundo de los blancos, otro ideal que encarna el
presidente gringo.
Como parte de su trabajo,
grandes firmas de abogados fueron contratadas para ayudar a acusar a
republicanos que asaltaron el Capitolio. Trump amenazó investigarlas a no ser
que le llevaran negocios contra todos los que se le oponen. Así, logro acuerdos
por US$1000 millones.
Todos contra la pared.
Tanto que hay medios que están transando con él por divulgar encuestas
preelectorales que para él no eran ciertos. Un ataque directo a la prensa, que
acaba de corroborar el productor ejecutivo del reconocido programa 60 minutos,
Bill Owens, que renunció por presiones en favor de Trump. (Y no hablemos de The
Washington Post, y su dueño, el magnate Jeff Bezos, modificó la conducta editorial
para no ir contra el presidente).
Columnistas reconocidos
como M, Gessen y Nicholas Kristoff, de The New York Times, recuerdan que todo
eso lo han visto en China, Rusia, Hungría y otras autocracias.
Sí, son demócratas, pero
es que los republicanos apoyan en todo a su presidente para que desaparezca lo que tenga que ver con igualdad, equidad, pobreza y migración anormal,
un propósito que significa coartar libertades e imponer a la fuerza, bajo
amenazas y encausamientos ilegales, solo un modo de pensamiento.
Y no creamos que eso no comenzarán
a copiarlo líderes en muchos otros países. No es una crisis constitucional, es
como lo llamó en un artículo el analista Jamelle Bouie, “una afirmación tiránica
de un poder ilegítimo”.
Maullido: Muy descarado y
desleal el excanciller Leyva que calló cuando era miembro del gobierno y ahora
sale con infundios.

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