Un mundo donde solo quepa Estados
Unidos, donde los demás países y los miles de millones de personas le tengan que
rendir culto. Esta parece ser la visión que tiene como presidente Donald Trump.
Es él, y su séquito de supermillonarios, contra el mundo. Todos, todos en
absoluto, le hacen daño a su país de acuerdo con las decisiones que toma.
Sí, Trump contra el mundo.
Desmontó toda la ayuda climática y en su gobierno de todos los portales
eliminaron las palabras que tanto dolor de cabeza le causan, cambio climático,
ordenó frenar subsidios y programas de energías renovables, desincentivar los
vehículos eléctricos y dejar a su dios, el dios de sus multimillonarios, el
petróleo como fuente sin rival. El daño al mundo no requiere explicaciones.
Pero es solo un detalle de un gobernante que hasta a sus ciudadanos ataca, imponiendo aranceles a otros países, que harán que cada hogar debe pagar al menos US$1500 al año por esa razón, de acuerdo con la reconocida economista Mariana Mazzucato. Un efecto que se extenderá a los habitantes de los países más pobres, haciendo más precarios sus recursos.
Desmontará el Departamento
de Educación; el de Salud anda dirigido por una especie de orate, que
desincentiva las vacunas para luchar contra las enfermedades y ahora promueve
la ivermectina dizque contra el cáncer.
Daños por todos lados,
porque ha permitido que el estrambótico y estrafalario Elon Musk desmantele al gobierno
federal despidiendo miles de trabajadores de todos los sectores, incluso unos
críticos para la misma seguridad de su país, ha expulsado personas con
residencia legal y amenazado con recortar miles de millones a universidades
como Harvard por permitir que haya habido protestas a favor de los palestinos,
millones que ya le recortó a Princeton por igual razón.
Es Trump, que como buen
ultraderechista aparece en oficios religiosos, pero todos los que no sean
estadounidenses adinerados o sionistas le parecen seres de segunda, sin
derechos: hasta despidió a todo el staff del programa que ayuda a millones de
gringos a pagar las cuentas de servicios. Y a los de los países en desarrollo
los trata de violadores y delincuentes.
Tal vez por eso suspendió
la ayuda al programa que brindaba métodos de anticoncepción a más de 50
millones de mujeres. Es que todos los demás le producen asco.
Le solicitó además al
secretario de Estado Marco Rubio, pedir a todas las sedes diplomáticas hurgar
en las redes sociales de estudiantes quienes soliciten visa en busca de contenido
contra Estados Unidos o Israel.
Hasta ahora no ha habido
quién se le enfrente, salvo China. Los jefes de Estado de países de economías
más fuertes, han reaccionado con timidez al descarado aumento de aranceles.
Solo anuncios tímidos, como el del presidente de Rancia, Emmanuel Macron, de
dejar de invertir en Estados Unidos.
Las grandes preguntas son
¿hasta cuándo le durará el impulso? ¿No despertarán de su letargo los
legisladores republicados, sumisos por completo hasta ahora? ¿No será capaz de
confrontarlo la comunidad internacional?
Una posibilidad es que la
ciudadanía comience a protestar. De hecho, las utilidades de Tesla, la fábrica
de automotores de Musk, se redujeron 15 %: la gente empieza a verlo como un
enemigo.
Los congresistas
demócratas Bernie Sanders y Alejandra Ocasio Cortez, ya han reunido
multitudinarias manifestaciones en ciudades como Las Vegas.
Hubo además esta semana
otro hecho significativo. Pese a que Musk fue hasta Wisconsin y donó 25
millones de dólares para ayudar a una candidata republicana a la Corte estatal,
venció por buen margen la candidata liberal, la juez Susan Crawford,
propinándole un gran golpe al ego del insoportable magnate. Una muestra de que parte
de la ciudadanía comienza a reaccionar.
¿Podrá un solo hombre poner en jaque al mundo entero?
Maullido: ¡Cuánto vale la
propaganda con dineros públicos! Dizque Fico con la mejor imagen…

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