Resulta que ahora nuestros gobernantes, políticos y dirigentes son más
papistas que el Papa. Se desbordaron en palabras bondadosas a la muerte de
Francisco y ahora elogian al gringo-peruano León XIV.
No es de ahora, ha existido siempre una ruptura entre la fe religiosa y
la práctica. Y sí que se nota en el plano político. Son católicos con creencias
a conveniencia.
Van a misa para la foto, pero salen y actúan con un mensaje contrario a
lo que pregona el catolicismo. Por eso daba risa ver en el funeral del Papa
Francisco a todos esos gobernantes que generan violencia, la patrocinan y se
abrogan el derecho de decidir quién vive y quién muere.
Trump, por ejemplo, que aborrece a los migrantes y pobres, en pleno
Vaticano para ‘honrar’ a quien defendía a los migrantes y necesitados.
Pero no solo él. Los funerales nos mostraron una vez más que en el mundo
diplomático no manda la diplomacia sino la hipocresía.
En nuestro país es lo mismo. ¿Cuántas veces Álvaro Uribe ha publicado
fotos en misa, él, que no le dolieron los falsos positivos que acabaron con la
vida de tantos inocentes? Pero no es el único, abundan en todos los movimientos.
Acá la vida política está llena de componendas, de palabras rotas, de
traiciones, de promesas incumplidas y, sí, digámoslo, de corrupción y
aprovechamiento indebido de los cargos.
Aman atacar opositores y fomentar la violencia, rechazan al diferente y
legislan contra ellos u omiten protegerlos. Se defiende a quien usurpa la
tierra, no a quien se la arrebataron; priman los derechos y privilegios de quienes
tienen dinero frente a los de los que no; menosprecian a las
personas LGBTQI+ y les niegan reconocimiento.
¿Qué decir de los empresarios? Muy nobles contribuyendo con obras
sociales y apoyando parroquias, pero otra cosa son sus relaciones con el
trabajador, la manera como lo tratan y como en no pocos casos se aprovechan de
él.
Prima el amor por el dinero y el poder, no por el otro. ¿Cuántos se
leyeron Laudato si o la pusieron en práctica? Pero elogiaban al Papa mientras
contribuían a averiar esta casa de todos.
Esta disociación entre creencias y práctica no es común, no solo es de
gobernantes, políticos y empresarios, pero estos tienen un compromiso mayor, al
menos ético, de obrar según sus creencias religiosas. Están, además, expuestos
ante el resto de ciudadanos.
¿Cuánto le durarán a Trump sus palabras de recibimiento a su Papa
compatriota, un Papa que en su vida religiosa ha defendido también al migrante
y al pobre?
Y que el Papa no defienda la paz, porque hasta ahí llegará su aceptación
entre tantos de nuestros políticos que claman por la violencia.
Recordemos al presidente argentino Milei, que llamó imbécil a Francisco
y lo denominó “representante del maligno en la Tierra”. No tardarán los
nuestros de irse contra León XIV o burlarse de lo que anuncie.
Como el que reza y peca empata, no hay problema. Todos salvados.
Maullido: Name y Calle representan lo que es buena parte de nuestra
clase política: una manada de corruptos.

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