El progreso no siempre es
progreso, hay avances que a la larga se convierten en un gran problema. La
facilidad para viajar hoy ha llevado a que por ejemplo el año pasado 1400
millones de turistas se movieron por el mundo según Naciones Unidas, aunque hay
un agravante: hay ciudades y países que concentran una gran parte de los
visitantes ávidos de experiencias no pocas veces repetidas.
En redes sociales acá en
Colombia siguen apareciendo mensajes contra los turistas. “Go home” se lee. En
Europa la semana pasada hubo otra vez masivas marchas y protestas contra el
turismo desbordado, una plaga moderna que deja secuelas por todas partes. En
Italia, Portugal y España los reclamos fueron multitudinarios.
Lo que se ve como
beneficio económico, es hoy un problema económico: escasez de vivienda para los
locales, aumento del precio de las viviendas e incremento fuerte en los
arriendos.
En Medellín, donde cada mes
llegan 8000 nómadas digitales, los arriendos se han encarecido hasta 25 % en la
zona de El Poblado y 100 % en Belén, según la plataforma Aptuno, citada por
Forbes.
En España los precios de
los alquileres subieron 57 % desde 2015 y los de la vivienda 47 %, pero los
ingresos de los hogares crecieron solo 33 %, según PwC.
Es lógico. Muchas
residencias están en plataformas como Airbnb. Una locura. Mallorca, Minorca e
Ibiza en España suman 1 millón de habitantes, pero reciben 15 millones de
turistas cada año, dice The New York Times.
Hace dos semanas, los
trabajadores del célebre Museo del Louvre no atendieron durante unas horas
quejándose por el trabajo desbordado: cada día lo visitan 30 000 personas, 8.7
millones al año. No dan abasto.
La turistificación en
carne viva. Así le llaman. Hace que desaparezca la identidad local. Los
comercios locales se convierten en tiendas para turistas. No es una
exageración. La calle 10 en la zona de El Poblado en Medellín es ejemplo
nítido.
La afluencia masiva lleva
a que las ciudades se vayan convirtiendo (algunas ya lo están) en un parque de
diversiones para la gente de afuera. No solo se pierde la identidad, sino que
los habitantes son desplazados.
Los fines de semana son un
tormento para los residentes en ciudades como Jericó, Santa fe de Antioquia,
Guatapé y Salento, en Colombia: se las toman los visitantes. No hay espacio ni
para estacionar una bicicleta.
Como dice Adrián Trinidad,
habitante de Barcelona citado por CNN, “muchas ciudades se han convertido en
escaparates globales donde ya no importa si uno está en Lisboa, Roma o Ciudad
de México”.
Mientras en Colombia la
apuesta del gobierno es que aumente el turismo (sin que se hayan establecido
controles), que ya subió 6.6 % en los primeros meses, para que genere divisas,
en otras partes comienzan a frenar este auge desproporcionado.
En Brujas en Bélgica y en
Santorini, Grecia, se cobran impuestos nuevos, eso hace Venecia en Italia.
Varias ciudades recortan el número de viviendas para plataformas. En Ámsterdam y
Copenhague se limita a entre 30 y 70 noches al año los permisos para viviendas
en aplicaciones. En Ibiza limitan el número de cruceros que llegan y en Palma
-España- liberaron 1600 puestos en playas que estaban reservados para el
turismo.
En Noruega el gobierno lanzó
una campaña para que los turistas visiten otros lugares fuera de lo común, que
no están atestados de gente tomándose selfies. La respuesta ha sido positiva.
Porque esta ha sido otra arista complicada del turismo masivo: todos quieren ir
al Louvre, mirar la torre mal construida en Pisa, o la inundada Venecia y lo
que queda del Coliseo Romano, así como el paisaje volcánico de Santorini.
Una verdadera plaga del
siglo 21 que crece sin que se pueda contener, con reclamos cada vez más
violentos de quienes sufren las consecuencias: los habitantes de ciudades que
solo quieren vivir tranquilos.
Maullido: muy extraño todo
lo que sucede alrededor del caso Miguel Uribe en la clínica donde lo atienden.

Comentarios
Publicar un comentario