A Álvaro Uribe Vélez se le conoce muy bien el rostro de político
beligerante que, como se ha visto una y otra vez, se vale de lo que sea para
conseguir sus fines. Casi de todo, o si no recordemos la yidispolítica. O lo
que le acaba de suceder en el juicio con el senador Iván Cepeda.
Pero Uribe tiene muchos más rostros. Es un capitalista y neoliberal a
morir, amante del dinero, vengativo con fuerza, imponente y todo esto lo adoba
con una imagen cultivada de padre. Sí, padre de los paisas, de sus subalternos
en su gobierno, a todos ellos protegió pese a denuncias en contra y casi siempre
cayeron parados. Un padre que se considera salvador de la patria con su
seguridad democrática.
Desde antes de que fuera presidente, me decía un conocido que Uribe
amaba el dinero, así hable de sus propiedades como una finquita. No olvidemos
que trató de anexarse baldíos de la Nación en su predio de El Ubérrimo en
Córdoba. Tampoco ignoremos que por eso mismo siempre ha sido defensor del
capital, principio y fin de la generación de empleo y de la riqueza según repite,
de modo que el trato a los empresarios ha sido generoso, incluso, o mejor, así
debiera desmontar privilegios de los trabajadores.
Un amor inculcado a sus hijos, que casi por arte de magia, y con algunas
situaciones poco claras, se convirtieron en exitosos y acaudalados empresarios.
Un rostro que lo ha motivado a entregarles a los empresarios servicios
que prestaba el Estado, bajo el débil argumento de disminuir la burocracia y mejorarlos.
Vengativo a morir. Es otro de sus rostros. El confuso suceso sobre el
asesinato de su padre, todavía objeto de variadas versiones, lo llevó a centrar
su carrera en vencer a las Farc, a las que no les perdona incluso ahora tras los
Acuerdos de Paz. Y por eso mismo se mantiene encima de Juan Manuel Santos,
acusándolo una y otra vez de actuaciones ilegales.
No le importó llenar de sangre el territorio nacional, buena parte de
ella sangre inocente de colombianos pobres.
Ese odio a quien se le interpusiera o denunciara, lo enfocó también en
el senador Cepeda, con lo cual se clavó el cuchillo. Pero debemos tener
presente que quienes lo acusaron o controvirtieron, desde estudiantes hasta
políticos y periodistas sufrieron su ira y algunos debieron exiliarse.
Ha sido Uribe un político calculador, mañoso, a quien poco le importó
someter de modo voluntario a los jefes del paramilitarismo para luego
extraditarlos y de este modo hacer poco creíbles cualquier declaración en su
contra.
Sí, Uribe tiene muchos rostros. No solo el de un pobre expresidente
acusado por servirle abnegadamente a la patria. Ha sido demasiado vivo para
explotar todas las circunstancias a su favor. Consideremos que sus largos y
poco útiles consejos comunitarios lo encumbraron como una persona que se
desvivía por sus conciudadanos y trabajaba y trabajaba para servirles. De esta
manera se fue construyendo un culto a su alrededor, que es aún hoy la base del
Centro Democrático y la razón por la cual todavía convoca a las urnas a un alto
número de colombianos.
No ha sido ningún colombiano ejemplar y sí uno con muchos rostros, todos
cuestionables así como buena cantidad de sus actuaciones.
Maullido: qué mal quedó la prensa corporativa por el juicio a Uribe.
Vendió sus principios para tratar de rescatar al enlodado expresidente.

Comentarios
Publicar un comentario