Se activó con intensidad la campaña electoral y decenas de aspirantes a
la Presidencia recorren el país con todo tipo de propuestas, no pocas de ellas
absurdas. En medio de todo, existe una posibilidad: que la derecha regrese al
poder en 2026. El desgaste natural del gobierno Petro y los errores que ha
cometido, acrecentados en las últimas semanas, están abriendo la puerta para el
retorno de la derecha o de la extrema derecha.
Sería desastroso por lo que explicaré a continuación y un duro golpe a
quienes pensamos que las ideas progresistas son el camino para devolverles la
dignidad y la atención a esos millones de colombianos olvidados por tradición y
por decisión de unas élites para mantener prebendas que solo las favorecen a
ellas a costa de los demás.
Entonces mira uno lo que podría suceder con la derecha de nuevo en la
Casa de Nariño y dominando el Congreso, como siempre lo ha hecho, y no queda
menso que sobrecogerse pues las implicaciones serán tremendas y un enorme
retroceso para la vida nacional.
Miremos por encima algunas de las situaciones que podrían ocurrir:
Regresaría la seguridad democrática. Ha sido el énfasis de los
candidatos uribistas y de ella a la repetición de los falsos positivos no hay
un paso sino unos centímetros.
Se intensificaría el ataque a la JEP y a lo que queda de los Acuerdos de
Paz, ignorados por Iván Duque y maltratados por Petro.
No sería descabellada una contrarreforma laboral, ante la quejadera
permanente de empresarios por el pago de recargos en festivos y horas
nocturnas. Es uno de los caballitos de batalla del condenado Álvaro Uribe
Vélez.
De paso, se propondría una reducción de impuestos a los que más tienen,
una de las premisas del neoliberalismo que tanto defiende la derecha.
Habría vía libre a la minería y la explotación de nuestros recursos aun
por encima de recursos naturales como el agua y la biodiversidad. Así, el
discutido y nocivo proyecto Quebradona de la AngloGold Ashanti en Jericó,
Antioquia, al que le lleva muchas ganas el uribista gobernador Andrés Julián
Rendón, recibiría todos los permisos. Pero no sería el único.
De inmediato se restablecerían relaciones con el Estado genocida de
Israel, pues plata es plata y lo demás poco cuenta. Este ha sido uno de los
anuncios de las últimas semanas en las huestes del Centro Democrático.
No sería extraño el freno a la entrega de tierras a los campesinos, pues
estas son bastión fundamental del acaparamiento del poder en Colombia.
En ese sentido, y en el de la minería, detener la deforestación no sería
importante y se impulsaría más la extensión de monocultivos en la Orinoquia, con
el daño permanente para la vida y los ecosistemas.
Una de las directrices de Uribe es la reducción del Estado con medidas
como la fusión o eliminación de ministerios, ya probada sin éxito en su doble
periodo presidencial, con un daño grande a sectores como el medioambiental, el
cultural, los deportes y otros.
Con toda seguridad regresaría la judialización de las protestas
ciudadanas, obreras, estudiantiles y la represión armada como se vivió en la
era Duque.
Son solo algunos de los retrocesos y de las amenazas que llegarían de retornar
al poder la derecha y la extrema derecha, una posibilidad abierta hoy.
Nada bueno.
Maullido: a este paso, los únicos de la administración Quintero Calle
que no serán imputados por algún cargo serán los vigilantes de La Alpujarra.

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