Creerse enviado divino para justificar sus actuaciones rebasa la copa de
las sandeces que ha expresado el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald
Trump. Según sus palabras, su Dios lo salvó del atentado porque lo tiene para
cosas grandes, cuando todo se debió a la mala puntería de un criminal.
Es muy dado en los políticos que acuden a la religión a conveniencia pensar
que están siguiendo un mandado divino. Pero ¿qué tipo de Dios entonces es el
que salvó a Trump para que hiciera cosas grandes? Hasta ahora esas cosas
grandes a las que lo destinó la deidad es perseguir sin tregua a millones de
humanos que llegaron a Estados Unidos por necesidad, huyendo de la violencia y
del hambre en sus lugares de origen.
Migraciones alentadas por la indiferencia de los países ricos con los
menos favorecidos, donde cientos de millones viven en la pobreza (cerca de 800
millones aguantan hambre) por ese orden mundial perverso que creó el
capitalismo con su neoliberalismo.
Un informe de The New York
Times a mediados del año pasado reveló que los países en desarrollo adeudan
US$29 trillones, al punto de que “ahora docenas de naciones están gastando más en
pagos de intereses que en atención en salud y educación”.
Un sistema tan injusto que
gran parte de la ‘ayuda’ financiera a los países más afectados por el cambio
climático no se les entrega como ayuda por los países ricos que han creado el
desbarajuste climático sino como préstamo con los sabidos intereses.
Pero volvamos al Dios que
salvó a Trump. Lo tiene destinado para generar una guerra comercial con los
demás países, para perseguir a los millones de personas LGTBIQ+, para aumentar
la emisión de gases de invernadero que enfermarán a todos los habitantes del
planeta mientras los socios del presidente se llenan los bolsillos con más
dinero y para aumentar las necesidades de millones de personas al recortar los
aportes a organismos internacionales y frenar la ayuda que ha brindado EEUU a
diferentes países.
Cosas en verdad muy
grandes para las que fue salvado el ahora mesías norteamericano, líder de la
más grande plutocracia moderna, que también quiere negar la ciudadanía a muchos
nacidos en ese territorio
Mientras se dan la buena
vida, 11 millones de migrantes sin documentos sufren por una posible
deportación, cuando una inmensa mayoría se gana la vida de manera hornada,
muchas veces en medio de los peores trabajos y siendo explotados por su
condición, y contribuyen con la economía estadounidense, unos US$8900 millones
año por cada millón de indocumentados, y estados como California, Texas, Nueva
York, Florida, New Jersey e Illinois recaudan más de US$1000 millones año por
las contribuciones de esos a los que parece que el Dios de Trump pidió
perseguir (dato del Instituto de Impuestos y Políticas Económicas).
Para que sea una violación
más flagrante, tres millones de aquellos indocumentados tienen permisos para permanecer
y trabajar en el país de Trump, cuya esposa llegó, qué ironía, de un país
europeo.
Es además muy triste cómo tantos
se tragan y aplauden el cuento del ahora enviado divino para cometer toda suerte de
injusticias en este sufrido planeta.
Con un dios así…
Maullido: el Catatumbo nos
recuerda que incluso hoy extensas regiones del país siguen en manos de los
violentos, mientras la presencia estatal es escasa.

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