En este país del Sagrado Corazón, donde todo pasa de afán, incluso lo
peor, y donde los políticos no dejan la costumbre de hacer y deshacer, casi
siempre con los dineros y los intereses públicos, ha habido estas semanas varios
hechos que llaman a la reflexión.
Bajo el falaz argumento de que si no se les bombardea continuarán reclutando
menores, el presidente Gustavo Petro ordenó atacar a un grupo de las disidencias
de alias Iván Mordisco. Murieron siete menores de edad, y luego se conoció que
ha habido otros bombardeos y más muertos.
Es una clara violación al Derecho Internacional Humanitario -DIH. Revela
además la cruda realidad de todas esas regiones apartadas y olvidadas donde no
tiene presencia continua el Estado y sus niños y jóvenes no tienen asegurado un
buen futuro. Allí son reclutados con facilidad y sin mayor oposición.
Entonces, si se mantiene lo que dijo Petro, morirán muchos más bajo las
armas del Estado. Es ingenuo pensar que ahora no los reclutarán, si de todas
maneras tienen la amenaza de los bombardeos.
Han justificado algunos el hecho porque ¿sino entonces cómo se va a
combatir a esos grupos de narcoterroristas? Querría decir que el Estado y el gobierno
son incapaces de garantizar la seguridad a sus ciudadanos, una de sus
principales obligaciones. Además, enrostra el fracaso de la paz total, que ha
sido empleada por los ilegales para copar territorios y crecer en número.
El otro, también execrable, es el de la reunión de dos de las figuras
más recalcitrantes de la extrema derecha, Álvaro Uribe y el enterrador del
Partido Liberal, César Gaviria, con el fin de derrotar a Petro y la izquierda
en 2026. Todos contra Petro, pues han invitado a todos los precandidatos de derecha
y centro a cerrar filas, uniéndose, para derrotarlos.
No tienen programa, no han dicho qué harían ni cómo gobernarían. Es solo
acabar con la izquierda, como lo ha prometido el monigote de Abelardo de la
Espriella. Pero claro, es fácil adivinar que defienden los intereses de los
poderosos, de los ricos, de los grandes empresarios (que según Uribe son los
únicos que generan riqueza y dan empleo). Para qué no son ricos, dirán al resto.
Solo anunciar su intención es una vergüenza, porque además son personajes
que en distintos momentos se han atacado entre sí con acusaciones serias. Pero
ese es el nivel de sus planteamientos y la forma como subestiman a sus
conciudadanos.
Tercer tema de innegable interés: el Congreso, o mejor, el ala conservadora,
tiene bloqueado el proyecto para la Jurisdicción Agraria, fundamental para
devolver algo de paz y de justicia a nuestros campos. La tierra ha sido el eje
del conflicto colombiano desde la Independencia, agravado luego con la
apropiación de tierras por políticos y empresarios poderosos.
De la necesidad de resolver el tema de las tierras hablaron gobiernos en
el pasado, pero nunca se actuó para hacerlo y antes, por el contrario, con el
Pacto de Chicoral en el gobierno de uno de los dos impresentables Pastrana, el
papá, se acabó de cerrar la puerta a la redistribución de tierras.
La derecha no va a ceder. Es que miremos el caso del todavía temible
expresidente Uribe: terrateniente que incluso trató de obtener terrenos baldíos
de la Nación para aumentar su propiedad, y cómo se ha opuesto a que muchos
compradores de tierras despojadas las devuelvan porque actuaron de buena fe
según él. Vimos cómo la enorme empresa Argos tuvo que devolver las adquiridas
en los Montes de María, y en estos días se conoció que accionistas de las
multinacionales Falabella y Jumbo tendrán que devolver 8000 hectáreas en
Valencia, Córdoba.
Mientras no se resuelva el asunto y no se apruebe la Jurisdicción
Agraria, que permitiría una acción judicial más efectiva, continuará
alimentándose la violencia a lo largo y ancho del territorio.
Este país es un despeñadero diario.
Maullido: cada día la prensa
corporativa escoge un tema para machacar contra el presidente. Difícil pensar
que no sea orquestado.

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